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Crítica de pasiondelalectura


pasiondelalectura
28 February 2019
El hilo conductor de este fabuloso tomo II es el encantamiento de Dulcinea. Y las aventuras tenderán a su desencantamiento.
Aunque transcurren solo 10 años entre los dos tomos, es mucho más moderno, más ágil, menos arcaico.
Increíble como al cabo de 4 siglos perduran los modismos y algunas frases con unos decires muy simpáticos como por ejemplo "dejar caer las compuertas de los ojos" (Sancho) por cerrar los párpados. Y así, los hay por miles.

Aparece un Quijote apócrifo hacia 1614 por un señor Avellaneda, probable eclesiástico de la Contra Reforma, natural de Tordesillas quien estaba molesto con las pullas de Cervantes hacia Lope de Vega.
La primera referencia hacia el falso Quijote aparece en el capítulo 59 y luego 6 veces más. Se puede pensar que la obra de Avellaneda apareció cuando Cervantes escribía el capítulo 59.
En el capítulo 72 Cervantes introduce uno de los personajes importantes de Avellaneda, don Alvaro Tarfe, quien se ve forzado de constatar que Quijote y Sancho "son los verdaderos" y a repudiar la validez de su propia experiencia.
Es un juego atrevido con la verosimilitud, un recurso ingenioso que concede una realidad al de Avellaneda al mismo tiempo que le niega toda autenticidad.
El golpe de gracia viene en el último capítulo en que Cide Hamete pone en su pluma "el escritor tarfevillesco que se atrevió a escribir con pluma grosera y mal desaliñada..."
Aunque median 10 años entre la publicación de los tomos 1 y 2, sólo hay 1 mes desde que Don Quijote vuelve a su aldea en una jaula.

Las aventuras del Quijote de 1615 son más profundas, complejas y sugerentes : el encantamiento de Dulcinea, el retablo de Maese Pedro y la cueva de Montesinos.
Si la primera parte es búsqueda, la segunda es el encuentro. Y es la historia del inevitable y doloroso engaño para los dos.
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