En 1682, en su Sevilla natal que pocas veces abandonó, Bartolomé Esteban Murillo nos cuenta su vida en primera persona, en una novela intimista que también nos permite disfrutar de la vieja Hispalis romana en el siglo xvii, de sus costumbres y forma de vida cuando era la ciudad más poblada del Imperio español, puerto de entrada y salida de la Flota de Indias, cordón umbilical que unía la metrópoli con sus inmensas colonias.