Carboneras

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Aitana Castaño pone las palabras y Alfonso Zapico las ilustra. Nietos y sobrinos de mineros, dan voz a una historia de muchas familias. Lo hacen desde tan adentro que se impregna el alma con cada palabra leída.
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Para los que hemos nacido, vivido y respirado el ambiente minero, "Carboneras" refleja fielmente el entorno social, la solidaridad minera y el esfuerzo de una sociedad por sobrevivir donde la mujer era un pilar fundamental. Se hace eco de la miseria, el hambre y la muerte que rodea las minas del carbón. En Asturias, a día de hoy ya no se pica carbón, pero se respira el respeto hacia ese mundo donde la muerte era una compañera diaria.
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El libro nos retrata una época, en la que las diferencias de clase eran abismales, las huelgas duraban meses, la guardia civil perseguía, maltrataba y mataba porque ser rojo no se permitía. Y así llegamos a la esencia de libro; como era un día cualquiera en las cuencas mineras, en un pueblo con la mina cerca, donde sus habitantes vivían de su trabajo en la mina. Donde cuando el turullu de la mina sonaba fuera de las horas normales, era porque habia ocurrido una tragedia.
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Es difícil plasmar en palabras situaciones ocurridas, que despierten emociones y hagan nudos en el pecho. Y Aitana lo logra y Alfonso Zapico lo mantiene.
Como explicar el silencio de cientos e incluso en ocasiones miles de mineros en el exterior de un pozu, esperando que saliera alguno vivo del accidente (explosión, derrumbamiento...).
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Os animo a leerlo, a buscar la información que va dejando caer a lo largo de toda la historia porque está basado en hechos que han ocurrido. Y los que sois de la cuenca minera, o descendientes de mineros, vibrareis en cada frase y con cada relato porque estoy segura que algo os habrán contado.

Las carboneras eran las mujeres de Montecorvo (pueblo ficticio que representa a las poblaciones mineras de Asturias) que se veían obligadas a trabajar eligiendo el mejor carbón por el fallecimiento de sus maridos o su ingreso en prisión, por ser madres solteras o por no tener hijos con edad suficiente para bajar a las peligrosas minas. En estos relatos interconectados e ilustrados, Aitana Castaño da voz a mujeres luchadoras y valientes que no solamente trabajan para sacar adelante a sus familias, sino que están involucradas en la resistencia al régimen franquista que todavía sobrevivía a la represión en la década de los 60.

Este es un libro que te absorbe, en el que te sumerges y del que sales con la cara embadurnada del carbón de esas mismas minas que arrebataron las vidas de tantos hombres. Durante la lectura, la rabia va creciendo en la lectora, las emociones se revuelven deseando detener la injusticias que se suceden ante sus ojos, como esas torturas llevadas a cabo por la Benemérita para conseguir sus confesiones. El estilo de Aitana, complementado a la perfección por las ilustraciones de Alfonso, te hace descender a las minas y oler el peligro, te lleva a recorrer las calles de Montecorvo y a desear saborear los milhojas de la Paraíso.

Aitana y Alfonso, quienes se autodenominan niños de humo (haciendo también referencia a su libro anterior), retratan una época en la que las huelgas eran interminables, la guardia civil perseguía el más mínimo rumor de rojos y las desigualdades entre la clase trabajadora y sus superiores eran insondables. Construyen la memoria polifónica de las anónimas, de los personajes históricos secundarios, aquellos que no aparecen en los libros de texto. Solo os puedo decir que tenéis que descubrir a las carboneras.

Segunda parte de esta trilogía crónica de las cuencas mineras asturianas. En este libro Castaño se centra más en el papel femenino de las mujeres, viudas, madres, hermanas de los mineros. Nuevamente en historias de guerra e inmediata postguerra muy ásperas pero donde Castaño consigue colar siempre una fuerza esperanzadora.

Aunque sus capítulos también funcionan como en el anterior libro (“Los niños de humo”) como relatos independientes, esta vez están mucho mas interconectados, con relatos más largos y personajes transversales de forma que crea una narrativa mucho más madura que en conjunto es un libro mucho más redondo.

Una lectura que es un homenaje feminista pero al feminismo radical (de raíz, no de extremo) el de nuestras abuelas y bisabuelas, que haciendo de tripas corazón día tras día, sacaban adelante familias numerosas haciendo magia con los escasos recursos económicos y materiales. Que a pesar de su condición de mujeres y pobres militaban políticamente con ferocidad y valentía.

Aitana Castaño destila amor y admiración por todos sus personajes y eso es permeable al lector. Una narrativa real, emotiva, transcendente y un homenaje que hace justicia.

Mención nuevamente a las ilustraciones de Zapico que contribuyen a la ternura que despierta de forma natural la prosa de estas historias.

Las diecisiete pequeñas historias de "Carboneras" ocurren en las cuencas mineras y entre los años 50/60. Son historias muy intensas e independientes, aunque se siguen unas a otras como los capítulos de una novela. Las mujeres son las protagonistas principales. Ellas son las que se encargan del cuidado de la casa, de los hijos y de los mayores, son las viudas de mineros fallecidos en accidentes o las hijas de mineros encarcelados por sus ideas, las que trabajan en las tolvas y también las que participan en las huelgas y luchas junto a los mineros. Aquí los personajes masculinos son secundarios y eso que incluso aparece Tarancón de obispo. Hay historias de represión, de amor, de solidaridad, de dolor. Algunos relatos, basados en hechos reales, son duros, como los que ocurren en el cuartelillo de Guardia Civil; otros cuentan momentos alegres como los reencuentros lejos de Asturias, o cómo disfruta una niña enferma de unos pasteles de milhojas. Es un libro que como "Los niños de humo" te engancha desde la primera página y te llega al corazón.

El libro de carboneras son relatos breves de los mujeres de las minas de Mieres (Asturias).

Es el segundo libro que leo de la autora y ya sabía que me iba a gustar porque el anterior que había leído "niños de humo" fue una auténtica maravilla. Creo que podría decir que para mí, estos dos libros de relatos son los mejores que he leído.

Una de las cosas que más gusta es como a través de las escenas cotidianas la autora es capaz de trasladarnos con facilidad a la época de la posguerra, a la sociedad de aquella y a los problemas a los que se tenían que enfrentar. La crudeza de aquellos días es horrible, pero ver como un pueblo se apoyaba mutuamente y cuidaban de los suyos (aunque alguien fuese recién llegado) es maravilloso. Ojalá que esa pertenecía de grupo y de unión no se hubiese perdido tanto.