Míranos en cambio a nosotras, pobres mujeres, obligadas a escribir a escondidas, a publicar bajo seudónimos, a ocultar todo este fuego dentro de nosotras, disimulando como si fuéramos ladrones el anhelo y la furia. Míranos planchando, cocinando, cosiendo, barriendo los suelos, tratando de robarle minutos, segundos, a la vida que pasa deprisa para poder escarbar ahí dentro, en las brasas que arden en nuestras cabezas, igual que bandidos aguardando la noche para despojarse de la ropa formal y envolverse en oscuras capas amenazadoras y salir a las calles a destruir, aunque nosotras no destruyamos sino que creemos, imprudentes mujeres, pecadoras mujeres que se niegan a doblegarse al silencio.