La vida tomar su propio impulso, girar sobre s misma, dar volteretas, ir arriba o abajo repentinamente, enloquecida, brutal, y nos empujar a su capricho, hacia el para疄o o el abismo, al margen de nuestro esfuerzo y nuestros m廨itos. Es mentira todo lo que cuentan: nuestros actos no tienen consecuencias. S鏊o son un derroche de energ燰, una salpicadura de pat彋icos intentos por aferrarnos a algo perdurable, la satisfacci鏮, el bienestar, la comodidad... Creamos familias, construimos casas, levantamos negocios, nos dejamos la piel en cada gesto, y todo se desmorona en un instante, sin que podamos hacer nada por retenerlo. O, por el contrario, vemos c鏔o surge a nuestro alrededor un espacio bendito sin que nosotros hayamos movido un dedo a su favor, partiendo de la nada y sostenido en nuestra nada interior, en nuestra desidia o nuestra maldad que resbalan sobre el mundo, como si a 幨 no le importase en absoluto nuestra manera de acariciarlo o de agredirlo.
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