Leí este libro cuando tenía 10 años y aunque no apreciaba ninguno de los matices filosóficos o matemáticos que se dice que tiene, disfruté la historia. Me voló la cabeza con las llaves y las puertas cada vez más grandes o más pequeñas y los animales hablando en un mundo dentro de un agujero. Fue el ejemplo perfecto de psicodelia para mí en aquel entonces.
|