Intemperie

Terminé de leer la última página, cerré el libro y me encontré llenó de tierra, con sed y sintiendo un calor abrasador. Mis manos estaban resecas y me dolía la cabeza por culpa de tanto sol. Mi piel estaba roja, quemada; mis pies llenos de heridas de caminar sobre la grava. Mi ropa sucia, hecha jirones. Y es que en 'Intemperie' el paisaje y el clima son dos protagonistas más de la historia (pilares junto al niño, al alguacil y al cabrero) que consiguen calar hasta los huesos del lector.

Hay un niño que huye de su pueblo, de su casa. Se esconde en un agujero, y tras varias horas en él emprende el camino hacia el norte por una tierra yerma, reseca, agrietada. El sol como una bola de fuego en el cielo, y los peligros que acechan a ras de suelo, porque el alguacil y sus hombres van en su busca. ¿De qué huye el niño?¿Conseguirá su propósito de escapar o le cogerán?

Es un libro tan duro como bien escrito. La labor de Jesús Carrasco es admirable porque ha hecho un auténtico trabajo de orfebrería: qué manera de utilizar un lenguaje rico y buscar los adjetivos apropiados para describir tan bien todo lo que ocurre en la historia. Hay muy pocos diálogos y muchas descripciones, consiguiendo esa inmersión del lector, que también queda a merced de la intemperie. Ese campo y esa dureza me han recordado a 'Los santos inocentes' de Delibes.

Esta historia podría considerarse un western patrio (violencia, malvados, tierra seca, pueblos fantasma) que no tiene una ubicación concreta: sólo hay una tierra con tanta sed como sus protagonistas y unas montañas al norte que son la esperanza del niño, si es que llega a alcanzarlas.

Su adaptación cinematográfica se estrenará en otoño. No sé qué tal estará la película, pero el libro es francamente recomendable.

Termino de escribir la reseña y es momento de limpiar todo lo que he manchado de tierra, de beber hasta saciar una sed que parece ser infinita y de curar las heridas que esta historia deja, alguna más allá de la piel.
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