Envolvió con sus manos las del chico y, sin decir palabra, manipuló las tetas haciendo que la leche saliera despedida. Y así, mediante esa imposición, el viejo le transmitió al muchacho el rudimento del oficio, otorgándole en ese instante la llave de una sabiduría perenne y esencial. La que extraia leche de las entrañas de los animales o hacía que de una espiga pudiera brotar un trigal.
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