En algunas ocasiones, en especial, cuando se trata de obras complejas, busco análisis de las mismas tras finalizar sus lecturas. Después, me queda la agotadora sensación de que analista o un servidor es marciano, pues la distancia entre ambos pensamientos es abismal. Descreo de aquellos que ven unicornios donde solo se atisban peces, por mucho que estos bostecen en aguas turbias. Y es que, ¿quién es nadie para interpretar las verdaderas intenciones de cualquier autor? ¿Pero de dónde sacas tú, oh mísero mortal, las cantidad de datos que aportas y que el relato ni tan siquiera insinúa? Así que mejor hablemos de la esencia, que es ciertamente, el viaje que propone Carpentier en este breve, pero intenso cuento. Antes, debo confesarme (una vez al lustro es cosa sana) sorprendido por la hazaña de que un texto tan barroco me guste, y además lo haga de forma incondicional. Señal inequívoca de que, o bien envejezco (peor que mejor) o que algún virus no estacional hallado entre los estornudos de la gente, se ha apoderado de mi demencia. Viaje a la semilla navega en una dimensión distinta a la acostumbrada. No padezcas, apenas el viejo mueva su bastón y meta la llave en la cerradura te darás cuenta. Quizás más adelante. En cualquier caso lo harás y mi consejo es continuar la lectura. No retroceder. A cambio, tendrás que leerlo dos veces, pero la recompensa será infinita. En la primera, te abanica la sorpresa. La segunda abre las puertas de sus matices de par en par. De entre todas las texturas que esconde tan breve espacio, me quedo con la visión de Carpentier del concepto libertad. Esa búsqueda eterna que afrontamos desde un punto de partida erróneo y hacia una dirección también equivocada. La narración es, casi impecable. No es fácil escribir un texto de la forma que lo ha hecho el autor. Además, juega con nosotros. A veces se tiene la sensación de que solo se trata de un efecto literario y otras creés que Marcial lo está viviendo realmente así. Al no encontrar disonancias, tengo que rendirme a la evidencia de que el autor ejecuta a la perfección su doble intención. Un pequeño texto repleto de metáforas, palabras exquisitas y una vida entera, puesta boca abajo. Un tesoro de gran valor para aquellos que disfrutan con la ruptura de las normas de la literatura sin salirse de ellas ni un solo renglón. Un pequeño capricho que te mereces degustar. + Leer más |
De origen mexicano pero radicado en Madrid desde hace más de dos décadas, el artista Ugo Martínez Lázaro presenta 'RPM' –acrónimo de Revoluciones por Minuto–, una muestra de diferentes disciplinas que exhibe el resultado de un proceso que inició años atrás cuando el artista comenzó a investigar sobre la corriente artística del suprematismo, de principios del siglo XX, y la música concreta, un estilo que surge en la década de 1940. En un diálogo históricamente imposible pero perfectamente viable, Ugo pone a dialogar a los creadores de ambas corrientes en un cómic que él mismo dibuja y en el que narra, además, el camino premonitorio por el que ofrece al público las obras expuestas.
Durante unas visitas a México y como parte del ensamble de improvisación musical 'Pirotecnia', Ugo participará en varios jams y de este registro se integra el primer disco de vinilo del grupo; una autoedición liderada por Ugo pero con el trabajo de más artistas que aportan música, diseño y fotografía, y que constituye el centro de la muestra sobre la que se despliega la creatividad de quien es capaz de fungir como musicólogo lírico, pero también como dibujante, músico experimental y artista plástico.
La producción de este autor se encuentra a medio camino entre las ciencias sociales y el arte, y desde allí su creatividad se desborda a los distintos soportes que se exhiben en la muestra: dibujo a mano, diseño de proyectos e investigación, pintura e instalaciones artísticas. Se exhibe también el trabajo de la videasta Leoni elaborado a partir de una propuesta de Ugo, además de los interiores del disco de vinilo, y los discos que por sí mismos constituyen piezas de arte únicas; finalmente, se encuentra la instalación que como presagio que se vuelve real fue proyectada desde 2020, en un guiño al momento en que Alejo Carpentier trajera a Europa la música cubana, sólo que ahora es la música creada por Ugo y el ensamble Pirotecnia la que se manifiesta.
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