También el demonio fue un ángel, antes...
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También el demonio fue un ángel, antes...
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El hombre caza y lucha. La mujer intriga y sueña; es la madre de la fantasía, de los dioses. Posee la segunda visión, las alas que le permiten volar hacia el infinito del deseo y de la imaginación. Los dioses son como hombres: nacen y mueren sobre el pecho de una mujer. -JULES MICHELET |
Así empieza: «El hombre caza y lucha. La mujer intriga y sueña; es la madre de la fantasía, de los dioses. Posee la segunda visión, las alas que le permiten volar hacia el infinito del deseo y de la imaginación...Los dioses son como los hombres: nacen y mueren sobre el pecho de una mujer» J.M |
No volverás a mirar tu reloj, ese objeto inservible que mide falsamente un tiempo acordado a la vanidad humana, esas manecillas que marcan tediosamente las largas horas invertidas para engañar al verdadero tiempo, el tiempo que corre con la velocidad insultante, mortal, que ningún reloj puede medir
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En la soledad la tentación es más grande.
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(…) caes agotado sobre la cama, te tocas los pómulos, los ojos, la nariz, como si temieras que una mano invisible te hubiese arrancando la máscara que has llevado durante veintisiete años: esas facciones de goma y cartón que durante un cuarto de siglo han cubierto tu verdadera faz, tu rostro antiguo, el que tuviste antes y habías olvidado. Escondes la cara en la almohada, tratando de impedir que el aire te arranque las facciones que son tuyas, que quieres para ti. Permaneces con la cara hundida en la almohada, esperando lo que ha de venir, lo que no podrás impedir. No volverás a mirar tu reloj, ese objeto inservible que mide falsamente un tiempo acordado a la vanidad humana, esas manecillas que marcan tediosamente las largas horas inventadas para engañar el verdadero tiempo, el tiempo que corre con la velocidad insultante, mortal, que ningún reloj puede medir. Una vida, un siglo, cincuenta años: ya no te será posible tomar entre las manos ese polvo sin cuerpo.
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…) dicen que la soledad es necesaria para alcanzar la santidad. Se han olvidado de que en la soledad la tentación es más grande.
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Lees ese anuncio: una oferta de esa naturaleza no se hace todos los días. Lees y relees el aviso. Parece dirigido a ti, a nadie más. Así comienza Aura, una de las novelas más embrujantes de la literatura mexicana, una lúcida y a la par alucinada exploración de esa zona del arte donde el horror engendra la hermosura, donde lo verdadero es lo imposible, donde el amor sacrifica la vida y la inmortalidad tiene un precio que algunos están dispuestos a pagar. Desde las primeras líneas, el lector es absorbido por la narración en segunda persona: juego de espejos que lo mimetiza con el personaje de esta historia vertiginosa, y lo sumerge en una atmósfera inquietante y misteriosa: un Aura poblada por sombras ambiguas y silencios enmohecidos. Recorrerá los cautivadores ambientes de una vieja casona, de un fantástico jardín, con pasos ahogados, que dibujarán la silueta aviesa de un laberinto elevado por encima de toda linealidad temporal. Este tiempo bífido es una de las formas en que se expresa la constante dualidad que late en la nouvelle. La figura del doble irrumpe desde cada uno de los simbolismos que conforman los ejes de este particular espacio vital y se extiende hacia el lector, convocándolo al lugar de actor en este singular escenario. La prosa sensorial de Fuentes, el ambiente de brujería y temas tan apasionantes como el del doble son solo algunos de los alicientes para sumergirnos en este relato que nos dejará sin respiración hasta la última página. + Leer más |
—mientras más pienses en ella, más tuya la harás, no sólo porque piensas en su belleza y la deseas, sino porque ahora la deseas para liberarla: habrás encontrado una razón moral para tu deseo; te sentirás inocente y satisfecho—
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Solo falta tu nombre. Solo falta que las letras mas negras y llamativas del aviso informen: Felipe Montero. Se solicita Felipe Montero, antiguo becario en la Sorbona, historiador cargado de datos inútiles, acostumbrado a exhumar papeles amarillentos, profesor auxiliar en escuelas particulares, novecientos pesos mensuales. Pero si leyeras eso, sospecharías, lo tomarías a broma.
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Como agua para chocolate