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Calendar Girl es sin lugar a dudas el libro más idealizado que jamás haya leído. Sus páginas nos presentan la historia de Mia, una joven muy atractiva (rasgo que se enfatiza más de un millar de veces en la obra) que se ve obligada a integrarse en el mundo de las escorts con tal de sufragar una deuda de su pasado. Lo que debería parecer un trabajo en cierto modo duro y con el cual la autora se podría haber lucido desenmascarando el lado oscuro de este, se convierte en el trabajo que toda lectora fanática de este libro quisiera lograr. La autora presenta el oficio del escort, al menos en la primera parte de la saga, como un buen input de dinero a costa de pasar el día en la piscina o de compras para lucir perfectas, acompañar en TODA OCASIÓN a hombres espectaculares y por la noche acabar en sus camas. Sin embargo, no son las cuatro capas de pintado de rosa que la autora ha pasado por encima de la obra sino de la actitud de la propia protagonista ante los hechos. Aunque ya de entrada es advertida de las normas que ha de seguir, las cuales consisten en estar guapa y ser sumisa en cada ocasión, Mia se revela con cada cliente y no oculta su enfado en varias ocasiones sin caer en la cuenta que el trabajo requiere adaptarse a cada caso. Por ello, cierta vez al cambiar de cliente implora, al ver que es atractivo, que "hiciera desaparecer el sufrimiento de aquellos dos últimos meses" cuando en la realidad los anteriores clientes le han facilitado todas las necesidades requeridas. De este modo, Calendar Girl nos presenta una historia irreal de la mano de una protagonista caprichosa y con una concepción del amor muy tóxica que puede conllevar a un fatídico final en los siguientes tomos. |
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