Los años setenta de la gente común

Pertenezco a una generación que tuvo la fortuna de no vivir en carne propia la violencia de la década del setenta. En la adolescencia comencé a sortear un poco el tabú que existía aún alrededor del tema de la dictadura militar, leí el Nunca Más, me estremecí con la carta de Walsh, y formulé una pregunta quizás injusta a mis mayores: ¿cómo pudieron permitir que sucediera algo así? Carassai indaga precisamente en esta cuestión: ¿cómo vivieron las clases medias despolitizadas la escalada de violencia que se fue dando a partir del Cordobazo y que desembocó en la más sangrienta dictadura militar que el país haya conocido? ¿Qué presupuestos, preocupaciones y convicciones operaban en el ideario de las clases medias y las llevaron a naturalizar la omnipresencia de la violencia?

La metodología de Carassai me pareció interesantísima. A él le interesa indagar en la memoria inconsciente, ligada a los sentidos (la magdalena de Proust), y para eso entrevistó personas de clase media no politizada que vivieron esa etapa en Buenos Aires, Tucumán y Correa, y les pasó un documental con imágenes de la época, sin comentarios, para que pudieran revivir sus reacciones de ese entonces. A partir del análisis de esas reacciones, Carassai traza una semblanza de la actitud de las clases medias de distintas partes del país frente a cuatro cuestiones: la cultura política, y puntualmente el posicionamiento frente al peronismo; la violencia social del 69 al 74; la violencia armada entre el 70 y el 77; y la violencia estatal entre el 74 y el 82.

Párrafo aparte merece el análisis que hace Carassai de manifestaciones de la cultura popular de la época dirigidas a las clases medias y que remiten a sus valores y aspiraciones. El análisis semiológico de las publicidades y el humor gráfico, y el análisis discursivo de los monólogos de Tato Bores y de la serie “Rolando Rivas Taxista” me parecieron absolutamente brillantes.

Las clases medias, expone Carassai, se creen portadoras del sentido común, se perciben como desideologizadas (“la mayoría silenciosa”) y movilizadas por el deseo de trabajar, prosperar y vivir en paz. Eso las ha llevado a veces, por culpa u omisión, a dar su apoyo tácito a quienes dicen promover el “orden”, aún si eso implica el uso de la violencia. Se les ha pedido siempre mayor consciencia de clase, solidaridad social, activismo político. “Sin embargo, las clases medias son como son y no como deberían”, dice Carassai. Por eso su investigación se centra en entender y no en juzgar. Personalmente, este libro me ayudó a entender mejor a una generación a quien siempre juzgué demasiado pasiva, a contextualizarla y ver más claramente sus miedos y motivaciones. Me parece una pieza fundamental para indagar en esos años tan turbulentos desde sus actores menos visibles. ¡Recomendadísimo!