La puerta se cerró. Ayelén levantó la vista, contemplando la pared opuesta. La mancha de humedad frente a ella parecía un rostro desfigurado, un demonio que quería salir al exterior: dos círculos asimétricos de pintura descascarada como los ojos y una espuma blanquecina formada por hongos delineaban la boca. La figura la escrutaba amenazante y ella le sostenía la mirada.
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