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Crítica de Carampangue


Carampangue
06 March 2019
Veo por aquí muchos reseñistas que dicen que El extranjero no les gustó, que Mersault les cayó pésimo y que no soportan la abulia del personaje. Sospecho que eso pasa porque a veces nos acostumbramos a un tipo de novela en la que nos podemos identificar con el/la protagonista, y que está destinada a hacernos sentir emociones intensas. le pedimos a la novela que nos atrape, que nos tenga al borde de la silla, y si el libro exige esfuerzo a sus lectores, nos aburre.

Por eso me propongo valorizar la novela del maravilloso narrador, filósofo y arquero de fútbol que fue Albert Camus, y aprovechar de invitar a la lectura a la comunidad. Y para eso, partamos por el estilo: la prosa de Camus es tan ajustada, precisa y simple que parece escrita sin pensar. Camus no intenta escribir florido, no se gasta en epítetos ni en comparaciones, sino que concentra sus esfuerzos en mostrarnos directamente a su personaje. Más aún, ni siquiera lo describe: conocemos a Mersault por sus actos, nos lo muestra en vez de contarlo. La primera oración del texto ya es toda una declaración de intenciones: “Hoy ha muerto mamá. O quizá fue ayer. No lo sé”. Camus no necesita decirnos que su Mersault es apático, que no le importa su madre ni nada, porque son sus actos los que nos cuentan eso. Sin embargo, por momentos aparecen destellos de poesía, como la escena de la muerte del árabe, donde la prosa de Camus, de pronto, recurre a figuras literarias, logrando un momento hermoso, donde la calurosa playa argelina parece suspendida en el tiempo.

Dichas cuatro palabras sobre el estilo y la forma, pasemos al contenido. Albert Camus es un autor con profundas intenciones filosóficas, y que en diversas obras cuestionó el sentido de la vida. Aquí es esa la pregunta que lo anima: ¿por qué vivimos?, ¿qué nos mueve a seguir cada día? Camus, con mucho coraje, se plantea esa pregunta fundamental, que es la que permite todas las demás. Y su Mersault resulta un personaje que simplemente vive cada día, al que todo le da igual porque carece de un sentido, porque vivir ésta vida o aquélla le es indiferente. Cuando su madre muere, no le da importancia: era una mujer mayor, y seguro que iba a morir algún día. Lo mismo su aventura amorosa, liviana y superficial, motivada por el placer de sentir compañía y no por sentimientos profundos.

Mersault hace cosas malas, y de hecho termina matando a un hombre, pero no porque en su corazón haya maldad, sino porque nada le importa: si las circunstancias lo empujan al bien, fantástico, y si un conocido (no me atrevo a decir amigo) le pide que mienta a la policía, pues tampoco eso es problema para él. Mersault nos repugna porque no tiene pasiones en su corazón: si el sentido original de la palabra monstruo era “ajeno a la naturaleza”, Mersault es monstruoso porque es ajeno a los hombres: tiene el corazón vacío.

(Y aquí cabe preguntarse: ¿no es acaso Mersault como muchos hombres y mujeres de hoy? ¿Consumistas, superficiales, estableciendo relaciones sentimentales no por amor sino por comodidad, y más preocupados porque no les spoileen Game of Thrones que por el bienestar de sus familias?)

En fin. Mersault es juzgado por la muerte del árabe, y en el juicio se le achacan cosas que, siendo verdad, nada tienen que ver con el asesinato: se le acusa de no mostrar tristeza en la muerte de su madre, de iniciar una relación afectiva un día después de su muerte, con ligereza, o de ir a ver una película cómica en ese fin de semana. En definitiva, se lo condena por no ser un humano sino un monstruo.

Ya en la segunda parte de la novela, Camus se vuelve más reflexivo, y hace que Mersault aproveche su tiempo en la cárcel para preguntarse acerca del sentido de vivir. Y llega a una conclusión decisiva: si, por una parte, la vida no tiene sentido, es un viaje absurdo y lo mismo da una que otra, por otra parte cada vida es única, y cada uno de nosotros posee la oportunidad de seguirla hasta el final, disfrutando el viaje, que es el único que tenemos.
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