La paciencia de la araña

Como explicó en su día el propio Andrea Camilleri, la octava entrega de la serie Montalbano empezó a ser escrita cuando el autor estaba todavía inmerso en la novela anterior, titulada Un giro decisivo.

En ella, el protagonista de la saga es hospitalizado con una herida de bala en el hombro. Este suceso marca un punto de inflexión en la vida del comisario y, de algún modo, también en el rumbo que toma la serie. Ahí precisamente nace el germen de la paciencia de la araña (2004), novela policíaca sin cadáveres en la que Camilleri ahonda en la crisis personal de Salvo Montalbano.

El dolor del comisario no es solo físico, sino emocional e intelectual. Se halla sumido en una crisis existencial, en el otoño de su vida (el miedo a envejecer está más presente que nunca en sus pensamientos), sintiéndose vacío y un tanto defraudado después de haber dedicado una vida a una justicia en la que ya no cree.

Montalbano se vuelve un cascarrabias. Ni siquiera se siente a gusto con el inevitable uso de la tecnología, ni con las nuevas generaciones de policías con las que le toca trabajar:

“…esos jóvenes elegantes, ágiles, bien entrenados, con aire profesional. Ahora a su alrededor veía a muchos así, una raza de imbéciles que habían proliferado rápidamente. Y por los que Montalbano sentía una antipatía solemne”.

Estos pensamientos negativos van a ser una nueva fuente de discusiones con Livia, que en esta entrega tiene mucho peso como personaje y que observa la cuestión desde un punto de vista diferente.

El modo de salir de este agujero será seguir adelante. Trabajar más y pensar menos.
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