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Crítica de Ferrer


Ferrer
18 April 2020
Aunque la figura del prolífico escritor Andrea Camilleri (1925-2019), Premio Carvalho 2014 y traducido a treinta y seis idiomas, está ligada de manera indisoluble al comisario hedonista y melancólico Salvo Montalbano, el narrador italiano también escribió novelas sin el protagonismo del peculiar policía radicado en la ficticia villa de Vigata. Km 123 (Ed. Destino) es el último ejemplo. La combinación de intriga y humor con un manejo acertado de los precisos diálogos, fruto de su experiencia como guionista y realizador televisivo previa a su etapa de novelista, convierte esta novela en una obra intensa, que mantiene en vilo al lector, que le golpea con nuevos datos, nuevas pistas página a página, que le sacude con hechos inesperados mediante la alternancia de mensajes de móvil, cartas, informes policiales, conversaciones telefónicas, reproducciones de noticias (estas últimas tienen un tono más novelesco que periodístico) y sobre todo diálogos. Los nuevos acontecimientos erosionan las relaciones establecidas y los juegos de doble rasero van quedando al descubierto, las pasiones del corazón conllevan en ocasiones consecuencias fatales, como averigua el inspector jefe Attilio Bongioanni según avanza en sus ovilladas indagaciones.
El autor no se recrea en descripciones paisajísticas, en momentos gastronómicos a lo Vázquez Montalbán, en escenas costumbristas, todo lo contrario, demuestra con concisión un control excepcional sobre la cadencia y la tensión narrativa (ya lo demostró en La intermitencia), puesto que la agilidad predominante no permite la interrupción de la lectura. La fuerza de la novela radica en el ritmo trepidante provocado por los omnipresentes diálogos hasta el punto de que el juego verbal es un rasgo de su estilo, como también en los personajes, en la lección de observación y en esa pizca de humor. El final está determinado para que se cierre el argumento en la última línea de la novela, para que todo encaje únicamente en ese resolutivo momento y de manera sorprendente, para que las hipótesis previas del lector queden en nada.
La edición cuenta con un epílogo titulado “Defensa de un color”, en el que el autor explica que el color amarillo (giallo) equivale a novela policial en Italia, porque esel color de las portadas de ese tipo de novelas, que Mondadori empieza a editar desde 1929 firmadas por Edgar Wallace, van Dine y Anne Katherine Green por citar unos nombres, y porque así lo acuña en una reseña de 1929 el poeta Leonardo Sinisgalli. Camilleri apunta algunas de las reglas del giallo de entonces, como la ausencia de suspense puesto que el lector nunca sabía más que el protagonista, la ubicación del argumento en el extranjero y que el culpable al final no burle la justicia y sea condenado, pero estas premisas se empiezan a obviar en 1957 y hoy en día están superadas para fortuna del género, según el creador de Montalbano, quien finalmente destaca algunos relatos policíacos, como Seis problemas para don Isidro Parodi de Borges y Bioy y Rosaura a las diez del porteño Marco Deveni.
Un intento de asesinato. Un accidente extraño con una víctima mortal. Un fraude. Una desaparición. Un intento de fuga. Otra desaparición fatal. Traiciones, mentiras, infidelidades… Este cóctel literario es Km 123.
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