Pot pourri : silbidos de un vago

Parece que el pesimismo es contagioso, porque leer esta novela fue igual que encontrarme con una versión diferente de la educación sentimental . O casi igual: Cambaceres no es Flaubert. Ni por asomo.
Pot-pourri es una especie de monólogo interior de un protagonista que opina sobre la corrupción de la sociedad en Argentina de una forma visceral. A veces, hasta es bastante cruel, sobre todo cuando se le ocurre criticar a las mujeres (hace la misma categorización absurda y binaria que hacen todos los escritores de ese siglo, así que no aporta nada nuevo) porque su amigo se casa. Y este simpático hombre va a intentar convencerlo de que, en el fondo, todas son demonios con tendencia al adulterio. Qué divino.
Cambaceres dice, en un prólogo, que su intención era hacer reír. A mí me pareció un libro pretencioso. Por ejemplo, las apreciaciones políticas del protagonista no son casuales, porque el autor conoce ese ámbito. Pero hay temas a los que le dedica tanto esmero (y espacio) que me aburrieron.
Algunos de esos comentarios lograron arrancarme una sonrisa amarga (ahora estoy pensando en Gógol) y otros me causaron bastante pena. Nadie dijo que mirarse al espejo y reconocerse fuera sencillo.
La narrativa es novedosa para la época y el uso del lenguaje me pareció interesante. No hay nada “poético” en él. Imaginen a alguien volcando todo su enojo y sarcasmo en un papel y me ayudarán a ahorrar una cita ilustrativa en esta reseña.
Particularmente, lo leí por obligación, no por elección. Admito que nunca lo hubiera hecho por mi cuenta. Me cuesta, por ende, determinar si lo recomendaría o no. Pero (siempre hay un pero) podría hacerlo por la cercanía de las críticas de Cambaceres. Entender el desencanto de autores franceses o de cualquier otra nacionalidad a veces requiere esfuerzo porque están hablando de un país ajeno al mío. Ahora sé lo que se siente.