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Crítica de LAKY


LAKY
05 February 2020
El cadáver de un hombre joven ha aparecido flotando en las aguas del Club Naútico de Barcelona. Pronto será identificado como Alberto García Rañé, un joven perteneciente a la alta burguesía de la ciudad que tripulaba uno de los veleros amarrados en el puerto deportivo, uno de los que van a participar en las Olimpiadas de Múnich.

De la investigación se encargará Cristobal Molina, inspector de policía que acaba de tomar posesión de su cargo. Anteriormente, sirvió en la Marina, realizando actividades secretas en Guinea. Algo que vivió allí le ha dejado terribles pesadillas.

De la instrucción se encarga Marta Esteller, la segunda mujer en alcanzar la judicatura en el país. También ha tomado posesión hace poco de su cargo por lo que tanto para ella como para el inspector Molina, ésta será la primera investigación criminal de importancia. Y será mucho más difícil de lo que habían pensado; no tanto por la investigación en sí –que también- sino por las presiones que ambos recibirán de todas partes. Alguien de arriba quiere cerrar rápido la investigación y hay un pobre pardillo al que fácilmente se le puede hacer cargar con el muerto. Pero ni el inspector ni la juez están dispuestos a dejarse amedrentar.

La historia transcurre en Barcelona durante el año 1972. Son los últimos años de Franco; incluso tenemos ya a un heredero, el entonces príncipe Juan Carlos que aparece mencionado en la novela. Barcelona es una ciudad moderna y cosmopolita donde hay gente que maneja grandes fortunas; muchos de los miembros de la alta sociedad barcelonesa están de alguna manera vinculados al Club Naútico. Y muchos son intocables.

El autor da los suficientes datos para que nos situemos en la época. Una época curiosa porque Franco aún vivía pero la dictadura ya no es lo que era y su fin se veía próximo. Por ello, aires de modernidad corrían por las principales ciudades y Barcelona era el exponente perfecto de ello. El autor dibuja un fresco muy preciso de la época, de cómo se vivía en la ciudad, de las clases sociales, del progresivo cambio de pensamiento y el movimiento hacia ideas más abiertas, más democráticas. Lo cual no quita para que las clases sociales sigan estando ahí, para que los ricos sigan siendo los que mandan y para que quieran mandar en todos lados. Incluso intentando reconducir a una juez que, supuestamente, debería ser independiente y cuya independencia no sólo debería respetarse sino también defenderse cuando es atacada. Ya os imaginaréis que no es así y que Marta Esteller y Cristobal Molina se verán solos frente al peligro, expuestos incluso a perder sus puestos de trabajo.

El papel de Marta me ha gustado mucho. Ella es una rara avis, una mujer juez en un mundo en el que sólo hay hombres. de hecho, ella es la segunda mujer en haber alcanzado la judicatura. Como es obvio, los demás no sabrán ni cómo tratarla. Por ejemplo, cuando llega al levantamiento del cadáver. Ella es la que manda, ella es la que lo dirige todo y a todos; pero esos todos son hombres, acostumbrados a mandar y no a que se les mande y menos una mujer. Pero ella no se arredra ante nada y, por ello, se ha convertido en uno de mis personajes favoritos.

El otro, el propio Molina. Un personaje complejo que, desde el primer momento, sabremos que está tocado por algo que ha pasado en su pasado. Un personaje con una relación curiosa con la juez pues, pese a empezar con mal pie, va a conseguir llevarse bien con ella y formar un gran equipo investigador.

Sinceramente, me gustaría encontrarme a estos dos personajes en nuevas novelas. No sé si el autor tendrá pensado darles más vida; yo creo que pueden dar mucho juego aunque, por razones obvias (que sabréis si leéis la novela) en un papel un tanto diferente.

Ellos dos son los protagonistas indiscutibles de la novela. Junto a ellos hay un elenco no demasiado numeroso de secundarios de lujo entre los que se encuentra, muy secundario y sólo de referencias, el propio príncipe Juan Carlos; incluso hay una referencia al conde de Barcelona. Sinceramente, me ha hecho gracia el papel que el autor da a su Alteza y la forma en la que encuadra todo lo que la estancia del príncipe en la ciudad conlleva con la historia que está narrando.

La ambientación está muy lograda. Realmente llegaremos a conocer cómo era Barcelona en los años setenta. Una ciudad de contrastes, de ricos y pobres, de clase media y baja y de clase muy alta, una ciudad con una cara bonita y lujosa pero también con una cara sucia y maloliente que es la que muestran las prostitutas y las mafias que pululan por los bajos fondos. Una sociedad aún franquista, anclada en el pasado de puertas hacia afuera y en medio de todos los vicios de puertas hacia adentro.

La novela se estructura en veintinueve capítulos de corta extensión. La historia la cuentan dos narradores: el propio Molina en primera persona y un narrador omnisciente para todas las escenas en las que éste no se encuentra. Así podremos enterarnos de la historia desde todos los puntos de vista. El autor utiliza un lenguaje sencillo pero cuidado, el diálogo y la narración se combinan a partes iguales y el ritmo de la novela es medio tirando a alto. Es una novela que se lee bien, con gusto e interés y que deja muy buen sabor de boca.


Conclusión final

“Los peces sólo flotan muertos” es una novela policíaca que nos lleva a la Barcelona del año 72 y que intenta esclarecer un crimen que a todos interesa tapar. Una novela muy entretenida que me ha gustado leer.
Enlace: https://librosquehayqueleer-..
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