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Crítica de Yani


Yani
01 November 2018
Todo mundo tiene su fin y Narnia no es la excepción. Tampoco las aventuras lo son, por más que Lewis cierre el libro con un mensaje esperanzador, pero sobre páginas que ni se escribieron ni se escribirán. La última batalla es el punto final digno de una saga que se perfila como una excelente historia para chicos formada con ideas de adultos. No sé si eso es bueno o malo, pero no importa. Pasé mis buenas jornadas en Narnia, a pesar de todas mis quejas.

Sobre este libro en particular, tengo unos cuantos sentimientos encontrados. Después del viaje de Eustace y Jill pasaron muchos años en Narnia y ahora la gobierna Tirian, un rey que no es más amable y confianzudo porque no le alcanzan las veinticuatro horas del día. Para agregar otro dato genial, su mejor amiga es Perla, un unicornio. Un día se enteran de que un mono está sometiendo a los narnianos haciéndose pasar por un vocero de Aslan, diciendo que él ordena cosas tan inimaginables como que los caballos parlantes hagan trabajos forzados, por ejemplo. Efectivamente, esto es imposible y hay un engaño que se cuenta ya desde el primer capítulo. Hay un falso Aslan y los calormenos, aquellos que ya se presentaban en La travesía del Viajero del Alba, aprovecharán al máximo la obediencia de un pueblo ante un falso dios (en el cual ellos no creen, vale aclarar).

La última batalla me pareció muy complicado, situándome en una perspectiva infantil. Tiene una estructura un poco disruptiva por momentos, ya que hay descripciones que se hacen ligeramente y otras que son muy detallistas. La acción sucede en un lugar geográfico limitado y, aun así, después encuentra la manera de complejizarse. Los últimos capítulos son los peores y, para colmo, Lewis no cesó en ningún momento de agregar alegorías y referencias. Me parece fantástico, pero me costó horrores divisar lo que él me estaba presentando como un final feliz. No porque sea difícil de comprender, sino porque me causó incomodidad. Siendo sincera, no lo pude disfrutar como quería. Esto algo estrictamente personal y no significa que le pueda suceder a alguien más sí o sí. Las referencias que sí me gustaron fueron las literarias, como no podía ser de otra manera. Me da la impresión de que Lewis es un buen lector y lo es más aún cuando encuentra la vuelta para mostrarlo en su propio libro, de una manera velada.

No me gustó en absoluto el estereotipo de villano con el que “vistió” a los calormenos. Son morenos, usan turbante, hablan con acento y tienen una religión distinta que cree en un dios terrible y con una forma poco agraciada. Me sentí incómoda al notar lo occidentalizado (en el mal sentido) que es el discurso de Lewis, sobre todo cuando no matiza el odio de su narrador. No lo hizo durante seis libros, así que tampoco esperaba que lo hiciera en el último. Tampoco quedé conforme con la decisión que tomó con respecto al destino de uno de los personajes (me reservo el nombre) dando una explicación vaga pero cargada de subjetividades (al igual que esta reseña, ¿por qué no?).

Destaco fuertemente la atmósfera de miedo e incertidumbre del libro. Uno nunca sabe muy bien cómo va a terminar, mucho más cuando se esconde la información y se suelta lentamente, para no abrumar. La trama gira en torno a un gran misterio y se mantiene hasta un poco más de la mitad del libro. Lo mejor de todo es que llega a causar miedo, aunque las herramientas para lograrlo gusten o no. Casi nunca comento las ilustraciones pero me parece que por ser la última reseña (cuac) de la saga está bien: los dibujos de Pauline Baynes son muy bonitos y simples. Creo que capta bien la esencia de la historia y son, además, súper reconocibles. Me alegra que esta edición haya mantenido las ilustraciones.

En fin, no es lo que esperaba del último libro de esta saga y se nota un poco la inclusión deliberada de ciertos elementos que pertenecen a libros anteriores con el objetivo de hilar las historias. Podría haber sido mucho peor, mirándolo desde otra perspectiva. Para terminar con un balance en general, Las crónicas de Narnia me gustó mucho y le guardo cariño. Ojalá hubiera leído estos libros con una mirada más ingenua. No fue una pérdida de tiempo, pero siendo honesta sí fue una pérdida de energía porque vivía peleándome con el texto. Tal vez sea una buena señal, después de todo.
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