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Crítica de Carampangue


Carampangue
07 October 2019

Este es uno de los libros más originales que vamos a encontrar. Bajo el formato de treintaiún cartas que un diablo experimentado, Escrotopo, dirige a su joven sobrino Orugario para orientarlo en su tarea de ganar el alma de un hombre, C. S. Lewis nos presenta sus ideas sobre la salvación, el alma humana y sus virtudes y vicios.


A través de un estilo formalista y profesoral, en cada carta Escrutopo intenta enseñar a su sobrino acerca de las mejores formas de tentar a alguien y llevar su alma con el Padre de las Profundidades. Nos habla de las tentaciones grandes, de los máximos horrores, aunque su preferencia está en las pequeñas debilidades del alma, que conducen a la gente por un camino suave, lento y cómodo hacia el infierno. Escrutopo se muestra poco amigo del placer y la exaltación de la voluptuosidad, y prefiere tomar un alma sin darle nada a cambio a su poseedor, ni siquiera la oportunidad de disfrutar.


En términos generales, para este demonio conseguir un alma es esencialmente destruir su capacidad de pensar, llevando el pensamiento a la cotidianeidad, a los pequeños vicios, a la "vida real". A la autocomplacencia, al sentimiento de superioridad, a la burla hacia los demás. A cualquier cosa, menos al cuestionamiento de los hábitos, o al bienestar de nuestra familia y amigos. Sólo a nuestro pequeño mundo egoísta y engreído... como un usuario de Twitter, imagino.


De este modo profesoral y casi funcionariesco, C. S. Lewis va mostrando su ironía para hablar de nuestras debilidades y vicios, y cómo pueden ir creciendo en la medida en que nos fijamos en nuestras propias ensoñaciones y nuestra pequeña sensibilidad, en vez de poner nuestra atención en las personas que están cerca de nosotros. También ironiza con las relaciones entre los demonios, traicionera y odiosa, aunque formal y hasta cordial, y con su forma de ver a Dios ("El Enemigo", en la jerga de Escrutopo).


Lewis imagina el infierno como un lugar en el que todos pretenden comerse a todos, subsumir sus almas y sojuzgarlas, pero no a través de la lucha de todos contra todos, sino que del soplonaje, la traición y las habladurías. Tal como algunas oficinas, de hecho.


Un libro divertidísimo, para disfrutar y leerlo con una sonrisa. A C. S. Lewis le preocupaba el destino de la Cristiandad y la salvación de nuestras almas; era un puritano, un cristiano algo fanático, y un moralista de primera hora. Y ojalá todos los moralistas puritanos fueran tan simpáticos como él.
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