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Crítica de MariaT


MariaT
02 April 2021
¿Cómo se transformaría el mundo si el cambio climático convirtiese el agua en un recurso más caro que los combustibles fósiles? ¿Cómo sería vivir en un país que se ha visto dividido en pequeñas comunidades amuralladas y armadas para salvaguardar a sus habitantes? ¿Cómo sería crecer en un lugar donde los incendios son una amenaza constante, la pobreza y la indigencia la norma, la violencia el único lenguaje que entienden muchas personas y la supervivencia es lo que más importa? Hoy quiero hablarles de la parábola del sembrador, de Octavia E. Butler, una novela distópica escrita originalmente en 1993 y publicada por primera vez en español este año por Capitán Swing con la cuidada traducción de Silvia Moreno Parrado y un interesantísimo prólogo de Gloria Steinem.

«Me parece una locura vivir sin un muro que te proteja. Incluso en Robledo, la mayoría de los indigentes (okupas, borrachuzos, yonquis, gente sin hogar en general) son peligrosos. Están desesperados o locos, o las dos cosas a la vez. Cualquiera puede ser un peligro».

Esta es la historia de Lauren Olamina, una joven de quince años a la que conoceremos gracias a sus diarios. A través de ellos descubriremos ese futuro aterrador que ideó Butler, y nos llevarán a Robledo, una pequeña comunidad de California, para ver cómo en el 2026 el agua cuesta más que la gasolina. Ese mundo se encuentra dividido en tres estratos muy diferenciados: los ricos que controlan el agua y los cultivos, protegidos por seguridad privada, enormes recintos custodiados y servidumbre como nueva forma de esclavitud; los pobres que son la inmensa mayoría y que ahora viven en la indigencia, robando, violando, matando y quemando todo lo que pueden, y por último una clase media que sobrevive en comunidades amuralladas para tratar de mantener un poco de normalidad en el caos y la anarquía que deja el cambio climático, con sus sequías y constantes desastres naturales.

En una de esas comunidades rodeadas por un muro vive Lauren, quien es hija del pastor que lidera a sus vecinos. Aislados de todos, solo salen en grupo cuando es necesario, y siempre armados, defendiéndose por la superioridad numérica de los posibles ataques de los indigentes que ahora pueblan las calles y que aprovechan cualquier oportunidad para atacar a todo aquel que parezca débil. La violencia es creciente, y aunque su padre y la mayoría de adultos creen que solo tienen que aguantar un tiempo antes de que las cosas empiecen a mejorar, Lauren (a pesar de su juventud) tiene claro que no vendrán tiempos mejores y que si quieren sobrevivir deberán prepararse para cuando su pequeño refugio no sea un lugar seguro.

«Todas las luchas
son en esencia
luchas por el poder:
quién va a mandar,
quién va a dirigir,
quién va a determinar,
a perfeccionar,
a diseñar,
quién va a dominar».

Lauren tiene una particularidad que la hace muy vulnerable: es una persona hiperempática, lo que quiere decir que comparte tanto el dolor como el placer de las personas que la rodean. Y aunque ha crecido ocultando su condición, no puede evitar padecer el dolor que ve sufrir a los demás, a veces es una agonía tan paralizante que es incapaz de ofrecer ayuda a la persona que está viviendo y desencadenando la respuesta en ella. En ese mundo aterrador esa empatía es una debilidad que debe ocultar si quiere sobrevivir.

A pesar de crecer en la casa de un pastor de una iglesia baptista y conocer las escrituras, o quizás precisamente por ello, Lauren acaba por rechazar esa versión de Dios en la que cree su padre y termina por idear un sistema propio de creencias, su propia religión a la que llamará Semilla Terrestre. Una religión que iremos descubriendo paulatinamente, a través de fragmentos con los que inician los diferentes capítulos de la novela y que son extraídos del libro que agrupa sus doctrinas: «Semilla Terrestre: los libros de los vivos». Ella decide prepararse para sobrevivir, aprender todo lo que pueda de los libros y las personas que la rodean. Conocimiento para cuando todo se derrumbe.

«El Destino de Semilla Terrestre
es enraizar entre las estrellas».

Pero si vivir dentro de los muros es duro, nada se puede comparar con lo que tendrá que experimentar nuestra protagonista cuando finalmente se vea obligada a viajar por carretera rumbo al norte, en busca de un lugar donde establecer su culto y ponerlo en práctica. Butler nos hace acompañar a Lauren mientras crece y se enfrenta a esa realidad a la que temía y en la que la pérdida será una constante, al igual que el cambio al que hace referencia ese Dios en el que decide creer. Ese mundo es cruel y aterrador, pero aun así la autora deja un pequeño resquicio para la esperanza, aunque quizás no aquí, sino entre las estrellas.

Cambio climático, violencia, racismo, esclavitud, diversidad, esperanza, cooperación… La parábola del sembrador, de Octavia E. Butler, es una novela dura pero muy necesaria. Una obra que nos habla de un futuro no muy lejano que es muy fácil de imaginar. Uno repleto de violencia y horrores porque los seres humanos, aunque pretendemos vivir autoengañándonos para no enfrentarnos a las consecuencias de nuestros actos, somos capaces de maravillas y prodigios, pero también de mucha crueldad. Se representan aquí nuevas formas de esclavitud tan posibles como aterradoras. Ojalá Capitán Swing publique pronto también La parábola de los talentos, el segundo libro de esta trilogía que la autora no pudo terminar porque murió siendo aún muy joven (con solo cincuenta y ocho años). Leer a Butler hace que te replantees todo lo que crees saber, dadle una oportunidad.

¿Han leído La parábola del sembrador? ¿Les llama la atención?
Enlace: http://inthenevernever.blogs..
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