Las niñas sin nombre

Nueva York. A principios del siglo XX había pocas diferencias entre ser mujer de una clase social o de otra. Poco podías hacer sin el respaldo de tu marido y, por supuesto, si eras soltera estabas sometida a la voluntad de tu padre.
En este entorno conocemos a Effie, una niña enfermiza a la que diagnosticaron una enfermedad cardiaca que le daba poca esperanza de vida, y a su hermana Luella, pura energía y siempre con ganas de vivir aventuras. Ambas están muy unidas y cuentan la una con la otra.
Cuando se ven separadas y Effie quiere acudir a salvar a su hermana, nos encontraremos con un giro en la novela donde todo pasa a ser más crudo, el mundo se convierte en un lugar cruel para Effie y los días son más duros de lo que nunca pudo imaginar.

La historia que narra es interesante y está basada en hechos reales, pero da demasiadas vueltas para contar algunas cosas y tarda mucho en entrar en una trama que te mantenga pegado a sus páginas. No es hasta más o menos el último tercio de la novela cuando el ritmo se vuelve más ágil y te atrapa.

Además, el hecho de que esté narrado por varias voces protagonistas y que no siempre pudiese diferenciar a unas de otras porque sus tonos me parecían muy similares en la forma, tampoco conseguía que la historia captase mi atención.
Effie y Luella, su madre Jeanne y la joven Mabble, que será importante en la vida de Effie, pertenecen a distintos estratos sociales, han tenido vidas totalmente distintas y por cada una de ella podremos conocer lo que implica ser mujer en aquella época, pero pienso que de donde se podría haber sacado mucho se queda corto, y de donde se podría acotar se extiende sin necesidad.

Me quedo con las ganas de conocer más de sobre esas casa de misericordia a las que cualquier mujer que estorbaba solo por pensar diferente, por plantar cara o por no tener un hogar, podía ser enviada y donde quedaban encerradas y sometidas a largas jornadas de trabajo sin obtener beneficios.

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