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Crítica de Yani


Yani
13 October 2018
Si tuviera que explicar todas las sensaciones que experimenté leyendo esto, no podría hacerlo con exactitud, pero puedo intentarlo. Lo empecé sin muchas expectativas, creyendo que debería ponerme en los zapatos de una persona depresiva y adicta a la morfina durante ciento y pico de páginas y salir ilesa de la lectura en la medida de lo posible. Y que eso iba a desgastarme y a quitarle el gusto al libro. Mucho de eso sucedió, pero lo último no: este libro me encantó y me impactó tanto que lo tuve que agregar a mis favoritos (hace bastante que no agrego un libro). Lo tiene todo. Está muy bien escrito, describe todo con una sencillez y una profundidad que parecen incompatibles, y las historias son geniales y hasta tienen suspenso. Lo leí sólo en dos días porque no quería soltarlo.

Pero basta de hablar de cómo me sentí. Explico de qué se trata porque esta edición, la de Anagrama, es una reunión de cuentos de Bulgakov publicados entre 1925 y 1927. “Morfina” es el último de la lista. La sinopsis se refiere sólo a ese y, lamentablemente, habla más de lo necesario. Los primeros siete cuentos pertenecen, si no me equivoco, a Notas de un joven médico. Efectivamente, el protagonista es un doctor recién graduado a quien envían a trabajar a un hospital de pueblo, en pleno 1917. Él nos transmite, sin ningún tipo de arrepentimiento o vergüenza, los miedos que siente al ejercer su profesión en ese lugar. Tiene un carácter bastante malo y poca paciencia, sobre todo con las mujeres (lo pone nervioso el hecho de que gritan de desesperación). Mientras leía me acordaba de las series sobre médicos (las cuales evito como puedo), que suelen presentar un caso clínico en específico y en el siguiente episodio cambia. Así se manejan, a grandes rasgos, estos relatos.

Más allá del conflicto que implica unir los relatos, la lectura de Morfina, en conjunto, es genial. El lector asiste a los peores miedos de un doctor (Bulgakov también lo era, así que no desconoce la ciencia) y a la lucha constante contra una población prácticamente ignorante, que puede llegar a rechazar los tratamientos por desconocerlos o hasta inventar una historia fantástica sobre los mismos. Hay escenas en donde los diálogos son desopilantes por el desequilibrio que existe entre la palabra del médico y la palabra del paciente, pero también hay otros en donde la balanza no se inclina del lado del saber. Y Bulgakov, que escribe de una forma tan linda y contundente, ya usando técnicas del siglo XX (es una obviedad, lo sé) y permitiéndonos entrar en la mente del personaje, tiene la maestría de no juzgar, sino de presentar. Sucede lo mismo con algo tan delicado como la adicción a la morfina que él también sufrió. En ningún momento lo sentí como una apología del consumo, sino todo lo contrario. Muestra el deterioro gradual, la abstinencia y sus consecuencias y situaciones que hoy en día parecen conocidas por todos (uno dice “ah, eso suele suceder”) pero que no pierden el efecto.

Ya dije públicamente que se me revolvía el estómago con palabras y descripciones (muy breves y simples, cosa que le falta a Sábado, de Ian McEwan) típicas de la medicina. Soy impresionable hasta cuando leo, aunque se me hace más superable que ver. El comentario viene al caso porque si pude impresionarme e incomodarme con la escritura de alguien, entonces es que el recurso le funcionó, al menos conmigo. En “Morfina” la angustia es demasiado palpable y por eso lo desaconsejé para personas que estén atravesando un mal momento. Y no, no pienso que todos son influenciables o algo por el estilo: me refiero a que el libro no es un canto a la felicidad y es un poco oscuro. Entonces, a quienes buscan salir de un estado de ánimo triste con la literatura, este libro no les sumaría nada bueno porque las sensaciones están muy bien canalizadas en las palabras. Es sólo mi humilde opinión.

Le encontré un pequeño defecto y no sé si la culpa es de Bulgakov o de la selección de relatos de esta edición, pero creo que hay un poco de ambas. Hay ciertos detalles sobre fechas y lugares que no coincidían y me provocaron una desorientación con los personajes. Tuve que buscar mucho sobre los cuentos de Bulgakov para aclarar las dudas (las sigo teniendo, así que mi mini investigación no terminó) y me hubiera gustado que la información estuviera en la contratapa, en lugar de una sinopsis que resume todo “Morfina”.

Me entusiasmé con la transmisión de emociones y toqué pocos temas que suelo incluir. No quería dejar de mencionarlo, mucho menos después de haberme hecho sufrir. Todo en este libro tiene relieve y ni siquiera los pacientes son planos. Lo disfruté y lo padecí en parte iguales. Tengo The Master and Margarita en casa, así que próximamente volveré con Bulgakov.

(*) Ya se aclaró mi desorientación con los personajes, era fundamentalmente un problema con los nombres (¡eso pasa por leer rápido!). Me gustó más que la primera vez porque hubo algo en la desesperación de los dos personajes principales de la historia que antes había pasado por alto. Son desesperaciones distintas y demasiado humanas. Otra cosa que trajo la relectura es la relevancia de las mujeres profesionales de la medicina, que en este libro se tratan con mucho respeto y sin ningún estereotipo a cuestas. Seguiría recomendándolo.
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