-¿Qué es lo que haces durante todo el día? -Me quedo en la cama -Eso es terrible -No, es agradable. A mí me gusta |
-¿Qué es lo que haces durante todo el día? -Me quedo en la cama -Eso es terrible -No, es agradable. A mí me gusta |
Era difícil para mí creerlo. Cuando se acabó el recreo me senté en clase y pensé acerca de ello. Mi madre tenía un agujero y mi padre tenía una picha que echaba jugo. ¿Cómo podían tener cosas como esas y andar por ahí como si todo fuera normal, hablando de las cosas, y luego haciendo eso sin contárselo a nadie? Me dieron verdaderas ganas de vomitar al pensar que yo había salido del jugo de mi padre.
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Yo había rechazado la religión un par de años antes. Si era verdad, convertía en idiotas a la gente, o bien producía idiotas. Y si no era verdad, entonces eran doblemente idiotas.
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Qué tiempos tan frustrantes fueron aquellos años: tener el deseo y la necesidad de vivir pero no la habilidad.
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Quería que me quisieran. Pero nunca por piedad.
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No me dejaban jugar con otros niños. -Son malos niños -decía mi padre-, sus padres son pobres. Mis padres querían ser ricos, así que se imaginaban ser ricos. |
-¿Eres cínico? -Soy infeliz. Si fuera cínico, probablemente me sentiría mucho mejor. |
Cuando la verdad de alguien es la misma que la tuya y parece que la está contando sólo para ti… eso es fantástico.
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Vi como las chicas se ponían de pie de un salto y seguían a Jim al agua. Las oí reír y chillar como idiotas... ¿Qué? No, eran bonitas. No eran como los adultos y los padres. Al menos se reían. Las cosas eran divertidas. No tenían que contenerse. No tenía sentido vivir estructurando las cosas, D. H. Lawrence lo sabía. Necesitamos amor, pero no el tipo de amor que la gente utiliza y es utilizada por él. El viejo D. H. Lawrence había llegado a saber algo. Su compadre Huxley sólo era un intelectual Inquieto, pero cuan maravilloso. Mejor que G. B. D Shaw y su equilibrada mente que profundizaba demasiado en los orígenes, convirtiendo su agudo ingenio en una carga que evitaba que realmente sintiera nada, y su brillantez oral, que desmenuzaba tanto a la mente como a las sensibilidades, sólo producía hastío. Y sin embargo era magnífico leerlos a todos. Mostraban cómo los pensamientos y las palabras podían ser fascinantes, aunque fueran inútiles.
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Todavía sabía, como cuando era niño, que albergaba algo extraño en mi interior.
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La guerra del fin...