A medida que iba leyendo en mi cabeza se dibujaba una obra de teatro. Pocos actores la componían, los habitantes de la estación ferroviaria nueve, que como en los diez negritos de Agatha Christie iban cayendo poco a poco. Todos los personajes eso sí, eran víctimas de un modo u otro del régimen de Stalin. Niños que engrosan la maquinaria de la madre patria, curiosos que necesitan saber lo que hay al final de la línea, que nunca vuelven. Toda una oda a las purgas y mirar hacia otro lado, por lo que pueda pasar. Libro extraño en ocasiones, los amantes de poner el marcapáginas al acabar un capítulo no lo podrán hacer, el texto no tiene estas divisiones. No es un problema, la vida de estos protagonistas se entrelaza continua e inevitablemente. |