Vidas arrebatadas: Los huérfanos de ETA

Quizá estemos muy acostumbrados a leer sobre sucesos, o a verlos en TV en películas o series: muertes, terremotos e, incluso, algo más ficticio como los zombis o los vampiros. Nos asusta, nos hace pensar, ponernos en el lugar de esa gente, pero siempre con un límite que nos separa de ello. Cuando apagamos la tele o cerramos el libro, nuestra mente salta a lo siguiente.

Pero cuando leemos algo que ha sido horrendo y a la vez real, al menos en mi caso, nos deja una huella más honda, y ya es imposible separarse de ello.

Algo así me ha ocurrido al leer "Vidas arrebatadas. Los huérfanos de ETA". Por edad, el suceso que conocemos en esta historia, el atentado a la casa cuartel de Zaragoza, en el año 1987, no me coincidió. Aunque sí sucesos posteriores, algunos de ellos ocurridos en la ciudad de Santander, en la que resido, en lugares en los que paso a día de hoy casi a diario.

Aunque los recuerdos son difusos, por coincidirme pequeña, sí recuerdo las noticias en la TV sobre los atentados, el miedo a nuevas bombas que imperaba en el ambiente y era tema de conversación en muchos ámbitos. O situaciones como el secuestro de Miguel Ángel Blanco y José Antonio Ortega Lara.

Pero también es cierto que, con los pasos de los años, muchos de esos sucesos me da la sensación de que han quedado en el olvido, incluso que las nuevas generaciones poco o nada saben al respecto. Y creo que no debe de ser así.

Por eso, ya de entrada, creo que libros como este es necesario que existan y que sean leídos. Las víctimas, tanto mortales como supervivientes, se merecen que no se olvide lo ocurrido.

Pepa Bueno nos acerca en "Vidas arrebatadas. Los huérfanos de ETA" a dos hermanos que quedaron huérfanos en el atentado en la casa cuartel de la Guardia Civil de Zaragoza, en 1987. José Mari, con sólo 13 años, y Víctor con 11 años, se despiertan por el ruido de la bomba, con mucho polvo en el ambiente y el olor de los 250 kilos de amonal, con el que hicieron estallar el coche bomba. Son las 6 de la mañana de un 11 de diciembre y sólo una parte de la habitación en la que se encuentran sus camas está en pie. El resto del piso, y parte del bloque, ha desaparecido y sólo es un cúmulo de cascotes. Sus padres y su hermana Silvia, de sólo 7 años, junto a otros compañeros de su padre y más niños, acaban de fallecer.

Leer, por parte de ellos, sus recuerdos de aquel momento y de los días posteriores ponen los pelos de punta, emocionan, se nos cuelan dentro, y a la vez intentamos mantener las distancias, aunque es imposible.

"Vidas arrebatadas. Los huérfanos de ETA" tiene un enfoque muy personal. Iremos descubriendo lo ocurrido con estos dos hermanos, poco a poco. Los días posteriores, cómo fueron pasando los años, y sobre todo, cómo su vida ha ido girando continuamente en torno a aquel fatídico día, aunque ellos no sabían lo que les ocurría.

Me ha gustado mucho cómo Pepa Bueno nos narra toda la historia y el paso de los años, y otros detalles al respecto de ETA. La lectura me ha resultado muy amena, dura (es inevitable), pero a la vez me ha acercado a detalles y acciones por parte de las instituciones que desconocía.

Lo que más me ha chocado de toda la lectura es el abandono que esos dos huérfanos y otras tantas víctimas han sentido. No ya sólo por parte de la familia, que eso ya va en lo personal, sino también por parte de las instituciones a cargo.

Ni un apoyo psicológico, ni siquiera les explicaron qué había ocurrido, ni una ayuda posteriormente cuando empezaron con los cuadros de ansiedad. Todo era ajeno a aquel atentado, y a los dos hermanos les ha costado mucho que se reconozca su situación, lo ocurrido y las consecuencias de ello.

Puede parecer irreal, pero no lo es, que en un acto de homenaje a las víctimas se olviden de una de ellas. Silvia, la hermana de 7 años de José Mari y Víctor, de la noche a la mañana dejó de figurar como víctima mortal de atentado. Esa frialdad, frente a situaciones tan duras, nos va a chocar y nos va a dar qué pensar al respecto del ser humano.

El libro incluye unas fotografías, algunas en color, otras más antiguas en blanco y negro, sobre la familia Pino Fernández, víctimas y supervivientes en aquel atentado. Ver esas fotos, sobre alguien de quién estamos leyendo algo tan personal, nos hace acercarnos más a la historia, a que la veamos más real, y por lo tanto, la interioricemos más.

Leer "Vidas arrebatadas. Los huérfanos de ETA" es un testimonio desgarrador, pero necesario. Leerlo ha marcado un antes y un después. No podemos olvidar lo ocurrido, no es de justicia que se olvide.
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