JOE

«Joe» lo tiene todo para que un lector como yo lo disfrute de principio a fin. Larry Brown, en la onda de Ray Pollock o Harry Crews, escribe sobre esa basura blanca de la Norteamérica más profunda en la que muy pocos son capaces de sobrevivir manteniendo a flote unos pocos valores que, también es cierto, ellos entienden a su manera. Un mundo en el que la pobreza y la falta de perspectivas deja todo el campo libre al alcohol, al juego, a las peleas, a las armas, al abuso y al maltrato de la mujer, a familias destrozadas que serán el catalizador de la rabia y la desesperación que impedirán que el círculo de marginalidad se rompa alguna vez.

Joe es un hombre que lo intenta, pero su orgullo, su alcoholismo y su propensión a la violencia son una mala combinación para enfrentarse a una policía que se la tiene jurada desde que dio una paliza a uno de los suyos. Tampoco son cualidades que le ayudan a conservar el amor de su exmujer ni el aprecio de sus hijos. Solo le queda su perro, algunas visitas femeninas, un viejo amigo, el tendero John Coleman, y la reciente presencia de un chaval, Gary. Pese a sus quince años, Gary muestra una fortaleza y una disposición para el trabajo duro que impresiona a Joe, que lo tomará a su cuidado iniciándolo en las actividades tradicionales del pueblo, la bebida, el tabaco y el prostíbulo local.

El otro gran personaje de la novela es Wade Jones, el padre de Gary, un ser aborrecible y bestial, un despojo de hombre para el que ni sus circunstancias nos inclinan a la compasión ni sus pillerías a la sonrisa. Nada contaré de sus hazañas, que a buen seguro les revolverán las tripas. El final de la novela, aunque se va intuyendo, no deja de ser escalofriante.

Tampoco puedo decir nada malo de su estilo, ese tipo de estilo que no busca protagonismo, neutro, frío, sencillo, directo, capaz de contar del mismo modo la muerte de un perro a dentelladas que la compra compulsiva de sellos por parte de Joe solo por cruzar unas pocas palabras con su mujer en el local donde trabaja. Nada que lo emparente con Faulkner, con el que frecuentemente se le compara, imagino yo que porque ambos tratan honestamente a la misma gente en los mismos parajes haciendo las mismas cosas, no por nada los dos nacieron en Oxford, Mississippi.

Bien, pues a pesar de todo lo que llevo dicho, no puedo darle más de tres estrellas (tres y media sería lo justo). No tengo nada que objetar, es solo la sensación que tengo al acabar la novela, no puedo aclararles más. Aun así, tengo la intención de leer sus cuento, que he visto que por ahí dicen que son lo mejor de su literatura.