Quería bloquear el resto de su vida y fingir, al menos por el momento, que podía quedarse aquí en este lugar para siempre.
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Quería bloquear el resto de su vida y fingir, al menos por el momento, que podía quedarse aquí en este lugar para siempre.
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Le sentó genial volver a sentarse ante la máquina de coser y deslizar con diestros dedos el hilo de la bobina, estirando el material mientras la punta de la aguja subía y bajaba atravesándolo. En ese momento, casi olvidó que se encontraba en una casa extraña en un país extraño, lo único que importaba era lo que hacían sus manos, lo que veían sus ojos y lo que le decía el corazón. Así se sentía feliz.
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-Siento haberte conocido alguna vez. Siento haber creído que eras tan especial, y siento haberme enamorado de ti.
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Querer sentirte mejor es solo el principio, puedes tardar toda una vida en recuperarte.
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Confío en que encuentres lo que buscas, sea lo que sea.
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Pero en lo que a la historia de su familia se refería, ella había tejido un tapiz tan fantasioso que temía que se deshiciera solo con tirar de alguno de los hilos de la imagen perfecta que había labrado con tanto cuidado.
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Llevaba toda la vida intentando pasar página, pero aquí en la isla tenía la impresión de que el pasado la arrastraba por los tobillos.
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Si callas la verdad y la entierras, acabará creciendo y acumulará tal potencia explosiva que el día que reviente arrasará todo lo que esté en su camino. Émile Zola
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La edad de la inocencia