Jane Eyre

Empezamos el libro conociendo a la pequeña Jane Eyre. Con tan solo 10 años ya puede decir que su vida no ha sido nada fácil: perdió a sus padres cuando era un bebé y fue acogida por su tío materno, falleciendo este poco tiempo después y dejándola a cargo de su mujer, quien a todas luces no la quiere en la casa. A su corta edad, Jane es acusada constantemente de ser una niña mala, algo que ella tiene bastante claro que no es verdad, pues, al contrario que sus primos, hace todas sus tareas e intenta no molestar en nada a su tía, aunque sí es cierto que en los últimos tiempos, cansada ya de ser castigada siempre injustamente, se ha vuelto un poco respondona.

Finalmente, su tía decidirá mandarla al internado Lowood, noticia que Jane recibe con ilusión. La vida austera que llevará a partir de ese momento irá conformando el carácter de la joven Jane, quien con 18 años volverá a sentirse inquieta, deseosa de un cambio, por lo que decidirá buscar trabajo y eso la llevará a mudarse a Thornfield en calidad de institutriz.

Es a partir de la llegada de Jane a Thornfield que la historia empieza a cobrar interés para mí, no solo por la entrada del señor Rochester en su vida, si no por el misterio que encierra la casa y al que Jane no hace demasiado caso.

Jane Eyre es un personaje interesante, sobre todo teniendo en cuenta la época en la que se escribió esta historia, por su carácter respondón ya de bien pequeña, por sus ganas de descubrir mundo y de cambiar de vida en cuanto nota que esta se está estancando, pero sobre todo, por esos sentimientos que poco a poco empieza a albergar por el señor Rochester, porque ni ella misma es capaz de explicarse lo que está ocurriendo.

Hay que tener en cuenta que este libro fue publicado en 1847, por lo que es de esperar una narración densa, con párrafos interminables, diálogos más cercanos al monólogo y llenos de dobles sentidos. Soy consciente de que se trata de un libro denso, ya se han ocupado de remarcármelo mis compañeras de lectura, pero esta historia tiene ese algo que a mí me atrapa casi desde el principio. Ya lo consiguió veinte años atrás y esta vez no ha sido distinto.

Precisamente los diálogos son lo que más me gusta en esta historia, es curioso poder ver como se burlaban unos de otros en esa época, con frases recargadas en las que no te dabas cuenta del doble sentido si no eras un poco avispado, sobre todo por esa tendencia a creer que las personas educadas no se burlan de las otras.

En cuanto al desarrollo de la historia, sí es cierto que hay ciertos sucesos que no terminan de gustarme por demasiado coincidentes o por encontrarlos algo absurdos directamente, pero, otra vez teniendo en cuenta la época en la que se escribió el libro, estoy segura que entonces fueron realmente innovadores y consiguieron sorprender al lector.
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