¡Qué maravilloso sería convertirse en una institutriz! Salir al mundo; comenzar una nueva vida, ser responsable de mis actos, poner en práctica mis facultades aún no desarrolladas, poner a pruebas mis poderes desconocidos; ganar mi propio sustento y ayudar también a mi padre, a mi madre y a mi hermana, además de ahorrarles los gastos de mi comida y de mi vestuario; demostrar a papá de lo que era capaz su pequeña Agnes, convencer a mamá y a Mary de que no era el ser desvalido e inconsciente que suponían. Y entonces, ¡qué estupendo que me confiaran la labor de cuidar y educar a unos ñiños!