Esten nuestras almas de lo que esten hechas, la suya y la mia son iguales.
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Esten nuestras almas de lo que esten hechas, la suya y la mia son iguales.
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No sé de qué están hechas las almas, pero la tuya y la mía son una sola.
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Se dice que el tiempo obra milagros, pero quizá el más grande de todos sea el lograr distanciar a dos personas que han vivido estrechamente unidas durante cierto tiempo, hasta el punto de convertirlas en dos seres extraños el uno para el otro.
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Porque ni la miseria, degradación, muerte, nada que Dios o Satanás nos pudiera infligir nos hubiera separado, tú, por tu propia voluntad lo hiciste. Yo no he destrozado tu corazón, tú lo has destrozado, y, al hacerlo, has destrozado el mío.
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El mundo es para mí una espantosa colección de recuerdos diciéndome que ella vivió y que la he perdido.
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¿Qué demonio te aconseja mirarme con esos infernales ojos? Bájalos y procura no recordarme que existes.
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(…) al mirarles distinguí dos rostros tan alegres inclinados sobre el mismo libro, que comprendí que, a partir de aquel momento, se había hecho la paz entre los dos enemigos.
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Me parece apreciar en la muerte un reposo que ni el infierno ni la tierra son capaces de quebrantar, y me invade la sensación de un futuro eterno y sin sombras. Sí; la eternidad. Allí donde la vida no tiene límites en su duración, ni el amor en sus transportes, ni la felicidad en su plenitud.
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Todo recuerdo de un difunto es precioso, si se le sigue estimando como cuando estaba vivo.
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Ya que has derruido mi palacio, no te empeñes en erigir en sus ruinas una choza y hacerme habitar en ella por caridad.
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Es un poema épico griego compuesto por 24 cantos, atribuido al poeta griego Homero. Narra la vuelta a casa, tras la guerra de Troya, del héroe griego Ulises