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Críticas sobre Fahrenheit 451 (142)
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mariabv2012
 06 October 2022
Ray Bradbury nos transporta con esta novela a una sociedad donde los libros deben destruirse, para eso están los bomberos que, en lugar de apagar fuegos los provocan para quemar los libros que la gente había logrado esconder y preservar, y que han sido delatados por sus vecinos.

Esta es una distopía que espero que nunca llegue a parecerse ni remotamente a la realidad. En épocas pasadas ya se quemaron libros, y muchos, pero esperemos que nunca más se repita una situación igual ni parecida.

En la sociedad que nos describe Bradbury en las escuelas los niños y jóvenes aprenden con la televisión y algunas revistas, y lo que aprenden no les sirve para formarse de manera crítica en la sociedad. El autor no hace mención de los dirigentes, pero de la mano del protagonista, Guy Montag, que es uno de los bomberos encargados de quemar libros, introduce en esta sociedad aborregada por los mensajes y programas televisivos que les llegan a casa, y por el consumismo excesivo de ocio y bienes materiales, una pequeña chispa de inconformismo y de reflexión crítica.

Guy ha mantenido algunas conversaciones con una joven vecina que no cumple con los estándares de comportamiento que sigue la mayoría; también hace tiempo mantuvo una conversación con un anciano en la calle que le dio que pensar. Empieza a cuestionarse su trabajo, se ha llevado a casa algunos libros que ha rescatado de la quema y no entiende por qué hay que destruirlos. A partir de ahí, el autor nos describe un escenario catastrofista pero a la vez nos da una esperanza para la sociedad y para la recuperación del saber y la cultura que se ha transmitido a través de los libros.

Hace tiempo que tenía el libro en mi lista para leer y ha sido un gran acierto, la lectura me ha resultado difícil a veces pues me parecía un poco inconexa, pero ha valido la pena. Es una novela corta pero intensa, que yo recomiendo a todos los que no la hayan leído. Es una lectura que no te deja indiferente.
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Alicia293
 23 July 2022
En este mundo tan particular los libros son prohibidos y para ello los bomberos son los responsables de quemarlos. La finalidad de esa quema es que las personas dejen de pensar por sí mismas, de sentir... de evitar sentimientos y emociones que los libros puedan generar, y Montag es uno de esos bomberos.
Cuando terminas de leer este libro necesitas un tiempo de luto, un tiempo para reflexionar sobre la importancia ya no sólo de los libros sino de la cultura en general y de cómo la sociedad puede ser tan estúpida para dejarse engañar y manipular.
Es un libro que me encantaría releer en un futuro. Muy recomendable
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Paco_Garrido
 23 November 2022
"El fuego es brillante. El fuego es limpio."

Ray Bradbury fue un visionario. Su alegato a la lectura, a los libros y la cultura es una de las distopías que, leída más de medio siglo después de su lanzamiento, más se acerca a la realidad. Nos describe un mundo falsamente feliz donde el poder mantiene al pueblo lejos del pensamiento individual y la sabiduría. El fuego es protagonista, tan esencial para limpiar como para destruir. En este caso todos los libros y bibliotecas que se encuentran de mano de los bomberos, antes apagaban fuegos y ahora queman libros, son destruidos bajo mangueras de queroseno.

La emblemática obra de Bradbury propone diferentes reflexiones a lo largo de su historia, ya sea de forma intrínseca o en lírica tercera persona, cargada de monólogos interiores donde expone emociones palpables en la sociedad actual: totalitarismo, manipulación mediática, inclusión nociva de la tecnología, carencia de compromiso y pensamiento...

Dentro de estos personajes me quedo con el capitán de bomberos Beatty, el más complejo, un hombre taimado y perspicaz que posee una gran cultura pero muestra un profundo desdén hacia los libros y los que los leen. Sus monólogos con Montag son una maravilla.

Fahrenheit 451 es una obra maestra que trata sobre la censura, pero una vez analizada creo que el tema principal es el daño que producen los medios de comunicación y su mal uso, algo que ha crecido en el mundo moderno y nos acompaña en nuestras vidas. El deterioro de una sociedad donde la lectura y el enriquecimiento cultural ha sido progresivamente sustituido por aparatos que nos dicen lo que tenemos que hacer o pensar.

Si me permiten ofrecer un última reflexión sobre esta grandísima obra: leed, reflexionad sobre lo leído y pensad. No dejemos que nos manipulen.
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Aitor_Castrillo
 09 March 2023
Ray Bradbury falleció el 6 de junio de 2012 en Los Ángeles a los 91 años y fue enterrado en el Cementerio Westwood Village Memorial Park. En su lápida funeraria se puede leer el epitafio: “Autor de Fahrenheit 451”.

🔥 Esta novela vivirá siempre.

🔥 Guy Montag es un bombero que se dedica a quemar libros y abre los ojos gracias a las preguntas de Clarisse. Si existiese un Olimpo literario donde vivieran los personajes más especiales de la literatura, creo que Montag tendría un sitio en él.

🔥 Fahrenheit 451 fue publicada en 1953 y es una distopía muy inteligente ya que consigue predecir muchos de los males que afectan hoy en día a nuestra sociedad.

🔥 Pienso que no existe oda, texto o novela que transmita tan bien el amor por los libros como lo hace Fahrenheit 451.

🔥 Es una obra maestra.
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biblioteca_olvidada
 12 March 2024
🔎 ¿Qué vas a encontrar? 🔎
Distopía
Fuego
Bomberos
Quema de libros
Suicidio 🚩
Censura
Abuso de somníferos 🚩
Conformismo
Totalitarismo
Manipulación mediática
Guerra
Empatía
Libertad

💜 Opinión 💜
Estamos ante un mundo "distópico" donde los bomberos no se dedican a apagar incendios sino que los generan ellos mismos quemando libros...
Y pongo distópico entre comillas, porque nuestra historia, por desgracia nos dejó algunos ejemplos de quema de libros (promovidas por autoridades políticas o religiosas), así que por desgracia, no es una ficción tan imposible, y precisamente para mi, ahí radica el terror.

En este libro se nos describe una civilización donde impera la censura y que está esclavizada por los medios de comunicación, los somníferos y el conformismo. Nos sumerge en un mundo totalitario y se nos regala un mensaje maravilloso: la importancia de la lectura y del pensamiento crítico.

También durante toda la lectura me acompañó el sentimiento de pena, porque hoy en día el uso de somníferos es alarmantemente alto, y también porque aunque en España se publican muchos libros... Es un hecho que cada vez hay menos gente aficionada a la lectura.

Me gustó leer este libro, pero me iba dejando mal cuerpo a la vez, por todas las similitudes que veía con "nuestra realidad"... Pero ser, es un gran libro. Su lectura no es muy complicada, y te atrapa (aunque haya ciertas páginas que se hacen un poco de bola).
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Celia_0504
 17 November 2023
Uno de los motivos que me anime a hacer el #retopiaspirits de @victorianspiritsblog fue tener la oportunidad de volver a leer las que son consideradas las tres grandes obras novelas angulares del genero distópico. En su momento fueron tres lecturas que disfrute, pero tenía muy pendiente volver a meterme con ellas. Y por fin he podido cumplir esta meta tras las relecturas de “1984” y “Un Mundo Feliz”, al volver a reencontrarme con la propuesta distópica de Ray Bradbury en “Fahrenheit 451”. En ambas ocasiones, he leído esta obra en un tomo de la editorial Minotauro en el cual también aparecen otros dos cuentos de Bradbury, un autor que una vez más, me ha vuelto a sorprender por la originalidad de sus ideas y tramas y por lo evocador a la par directo de su prosa. Las tres historias creo que son una muestra bastante clara de la genialidad de este autor.No escribía novelas muy largas, su trayectoria profesional se circunscribe en los cuentos, novelas cortas y poemas. He leído muy poco de este autor, pero siempre me sorprende por su visión de el mundo, la claridad de sus aportaciones y lo enrevesado a la par de simples, que eran sus premisas, muchas de ellas perturbadamente adelantada a su época o que se apoyaban en aspectos de la vida cotidiana que un autor menos inteligente no hubiera sabido manejar con tanta eficacia. Un genio de escritor, vamos.

Fahrenheit 451”: Es curioso lo que me pasó con esta novela corta. de los tres relatos que conforman la antología fue el que más me gustó en su momento, pero al mismo tiempo lo tenía muy desdibujado en mi mente, frente a lo bien que recordaba los otros dos.

Nos encontramos en un futuro distópicos en el que el pueblo estadounidense ha dejado en manos de su gobierno las cuestiones de carácter más filosófico y moral a cambio de una felicidad fácil basada en la cultura de masas y la falta de intereses intelectuales. Ahora os bomberos ya no se dedican a apagar los fuegos. Son ellos mismos quienes los provocan, usando como combustible los libros, que ahora están prohibidos. Guy Montang es uno de esos bomberos, un hombre que aparentemente disfruta y acepta su trabajo. Hasta que traba amistad con su nueva vecina, la adolescente Clarisse, un espíritu libre y artístico que se cuestiona todo lo que tiene alrededor, y que hará que el propio montan adquiera una nueva visión de su existencia y del mundo en el que vive. Hasta el punto de enfrentarse a las normas que antes acataba.

La grandeza de las obras distópicas más importantes reside en la sagacidad de sus autores a la hora de diferir hacia qué futuro se dirige la humanidad. Y Ray Bradbury da en el clavo con su pesimista pronostico de una forma brutal. Para mi el impacto que ha tenido la relectura de “Fahrenheit 451” es lo terriblemente cercana que he sentido la realidad que nos presenta el autor en este libro y que está impregnada de todos sus miedos, con un matiz incluso más contemporáneo que las que no proponían Huxley y Orwell, y eso que es indudable que estos dos autores también estaban haciendo pronósticos muy certeros y con muchos elementos que ya están presentes en la actualidad. Los Estados Unidos de América de Bradbury se caracterizan por estar en permanente conflicto, con la amenaza atómica pendiendo constantemente. El gobierno ha encontrado la forma de controlar a su población a base de asegurarles una vida vacía pero satisfecha, basada en una suerte de tele realidad que conecta a las masas, a la vez que las mantiene dóciles en un estado de letargo inocuo, extirpándoles cualquier atisbo de curiosidad moral y cultural, el afecto real por familiares y amigos y la posibilidad de cuestionarse lo que les rodea o de ver más allá de los programas que piden ver en pantallas gigantes. Unas pantallas gigantes que pueden ocupar las cuatro paredes de una habitación que proporcionan telebasura constantemente, y con las cuales no es difícil encontrar paralelismos con las redes sociales y las tecnologías que ya son parte intrínseca de nuestras vidas, con las cuales la población ha entrado en una nueva forma de entretenimiento rápido y acaparador, que de una forma fácil y llena de estímulos se ha convertido en una diversión barata y simple. al igual que en los Estados Unidos de América, que dibuja Bradbury, donde este tipo de entretenimiento convive junto a propuestas más sociales como los deportes conjuntos y los viajes de ocio baratos, ocupando el lugar que antes tenían otras actividades más introspectivas como la literatura. Es decir, nos encontramos ante un Estado totalitario que da facilidades a sus gobernados, les proporciona una vida económicamente estable, pero carente de cualquier atisbo intelectual y profundamente inocua . Y de esta forma se garantizan el control de la población hasta reducirlas a un estado mental absolutamente carente de cualquier curiosidad o individualismo. Con la quema de libros se aseguren que nadie pueda ser capaz de formular una idea de carácter mínimamente propio, que no se pueda pensar más allá de la convencional felicidad fácil y simple que se tiene al alcance de las manos. La adrenalina se suple con viajes en vehículos a 150 km/h; los pensamientos negativos y la ansiedad se esconden bajo drogas para poder dormir bien; actos tan simples como caminar por las calles y contemplar la naturaleza son vistos con suspicacia por la clase dirigente, lo cual se filtra en la propia población . Es una sociedad de plástico, que se cree libre cuando en realidad está férreamente controlada, muerta por dentro sin que sus componentes sean conscientes de ello, unida por vínculos absolutamente intrascendentes y carentes de la mínima profundidad.

Desde luego, “Fahrenheit 451” es una obra impagable en cuanto a mensaje y trama. Se la puede dar el título de clásico de las letras porque nos habla de temas que nunca dejarán de importar a la humanidad, mientras tenga la capacidad de raciocinio y de pensar por su cuenta, sobre aspectos como la libertad individual y la importancia de las letras a la hora de crearse una opinión propia de la realidad, frente a la incomprensión, el totalitarismo y las ansias de los poderosos por supeditar cualquier mínimo resquicio de libertad personal del pueblo. Y ante todo es un alegato de amor hacia la literatura y el propio arte de leer, hacia las mil y una posibilidades que un libro puede abrir en todos sus sentidos a quien se anime a adentrarse en sus hojas, hacia el importante papel de las bibliotecas como vehículo para preservar ese saber y lograr que sea accesible para muchas personas y generaciones de lectores. Pese a ser una historia de ciencia ficción y momentos muy duros, la prosa de Bradbury tiene algo profundamente evocador, basado en la simbología de sus figuras literarias, muchas de las cuales se basan en el fuego como elemento que destruye, pero que también puede ser guía y luz.

Pero en esta segunda lectura, me he dado cuenta de que quizás lo que falla en esta novela corta es la forma. Siento que el formato se queda un tanto corto para todo lo que quiere decir Ray Bradbury. Leyendo me ha dado la impresión de que la prosa del autor y su intención camuflaban muchas veces el propio argumento, el cual se queda pequeño por lo abierto que resulta su final. Así como la primera vez me quedé satisfecha con su desenlace, en esta ocasión me he quedado con muchas ganas de saber más sobre el destino de esa sociedad distópica y de Guy Montang. Además, aunque el ritmo de la novela es muy ágil para mí la lectura ha resultado bastante arrítmica. Había momentos en los que me podía leer veinte páginas de una de un sopetón frente a otros en los que me costaba avanzar con una o dos páginas.

En lo que sí he coincidido respecto a mi primera lectura, es que siento que el arco evolutivo del protagonista, aunque muy bien construido, parte de una base muy endeble. Una noche Montang vuelve a su casa feliz después de una noche de quema de libros, para encontrarse en la calle con su nueva vecina. Y a partir de esa primera conversación con ella, empieza a sentirse disgustado con su realidad, a ver matices y capas de los que antes no se había percatado. Y todo para convertirse en un rebelde. Siempre he pensado que la evolución del personaje está muy bien hilvanada y resulta creíble, pero me resulta muy abrupta la manera en que empieza, por más que el autor trata de justificar que el personaje que había tenido ciertos contratos de rebeldía y de cuestionarse su trabajo.

Tras la novela encontramos el posfacio“Fuego brillante”, en el que Bradbury nos cuenta la génesis de su obra más conocida. Buceando por Internet he visto que en otras ediciones este texto aparece al principio del libro a modo de introducción de la historia. Y creo que con esta colocación funcionaría mejor. Si sales de “Fahrenheit 451” y entras en este posfacio buscando más información sobre lo que ocurrió en la novela corta te llevarás un pequeño desengaño, porque aquí solo conocemos la evolución que tuvo la historia a lo largo de los años hasta convertirse en la novela corta que conocemos y que acabamos de leer. Como curiosidad literaria y forma de conocer mejor lo que hay detrás de la novela, la verdad es que estas ocho páginas no tienen desperdicio. Es muy interesante leer el contexto en el que se forjo la obra los cambios por los que paso y como se transformo en algo completamente diferente en forma (que no en esencia) a lo que en un principio ideo Bradbury. Y resulta muy interesante descubrir más cosas sobre la vida del autor y su forma de trabajar, sobre cómo concibe el arte de escribir. Por todo esto, este epílogo (o prólogo, según lo mires) es muy interesante de leer, personalmente lo he disfrutado bastante.

“El Parque de Juegos”: En este cuento conocemos a un viudo que vive aterrado por que su hijo sufra algún tipo de daño, de ahí que quiera impedir que juegue en el parque, donde existe la posibilidad de que los otros niños le hagan daño. Una metáfora extrema sobre los miedos que genera la paternidad. Me ha parecido muy original que el protagonista sea la figura paterna, porque sería más convencional y tópico que el autor hubiera sacado estas aprensiones a una madre. Y pero en esta historia el protagonista, Charles Underhill, ha quedado viudo. Y es el miedo de perder también a su hijo, de proteger a toda costa lo único valioso que le queda, lo que le lleva a una situación extrema, con tal de evitarle los sinsabores de la infancia.

La infancia suele ser un periodo del tiempo que es tratado como uno lleno de inocencia y alegría, en el que las personas sean felices. Pero Bradbury deforma esta visión hasta convertir este periodo en una incertidumbre oscura, en la que el miedo y el peligro son monstruos que están al acecho constantemente. Toda la narrativa de este cuento resulta asfixiante y angustiosa , uno nota como su ansiedad crece mientras lee a la par que lo hace la del asustadizo padre. Una tónica que cristalizará en la última imagen final, en la que un simple juego en un tobogán sea representado con unas pinceladas apocalípticas y narrado de una forma angustiosa, digna de cualquier cuento gótico. Esta obsesiva forma de narrar se come todo el cuento. Incluyendo la drástica decisión que Charles toma en un momento determinado, y que le llega de una forma que no termina nunca de perfilarse y de una fuente que nunca se concreta. Una patina de neblina que ayuda a recrear una atmósfera inclasificable y mórbida para un argumento sencillo pero que tiene algo que impacta.

“Y La Roca Gritó”: Es curioso, cuando leí por primera vez esta antología este fue el relato que recuerdo que menos me gustó. Y esta segunda relectura me has demostrado que seguramente hice una lectura muy sesgada del mismo. Ahora me ha parecido maravilloso en todos los sentidos y lleno de contenido, con muchas capas, cada cual más interesante. Además, al ser un relato de corte distópico enmarca perfectamente en el #retopiaspirits.

Una misteriosa (y no explicada) guerra ha aniquilado a la raza blanca, dejando a pocos europeos y norteamericanos con vida. Un matrimonio de clase alta se vera
obligado a emprender un angustiante periplo en plena selva para huir del país latinoamericano en que se encuentran. Durante su odisea, deberán dejar atrás todas sus posesiones (dinero, joyas, ropa, coche), aquellas que tanta felicidad les proporcionaba pan hasta el punto de que se habían convertido en parte de sí mismos. Y serán conscientes del odio y el rencor de las razas y minorías étnicas que durante siglos fueron despreciadas, utilizadas y maltratadas por el hombre blanco.

En apenas treinta páginas Bradbury toca varios palos en este relato con gran maestría y un estilo muy directo . La historia no es solo una crítica feroz hacia el colonialismo blanco y la discriminación, es una certera advertencia de como, llegadas las circunstancias, Occidente puede estar marcando su propia debacle al seguir mostrándose condescendiente y superior con otras razas. Porque puede llegar el día en que ellos sean la minoría y los oprimidos se venguen convirtiéndose en los opresores, ya que la tiranía es un arma de doble filo. El cuento también es una crítica hacia la poca importancia que, llegado el momento, pueden tener las posesiones materiales. al final, lo que de verdad cuenta es lo que uno es en si mismo, el como se enfrenta a las circunstancias . Es como ese viejo dicho indio que menciona que un hombre solo es dueño de aquello que pueda salvar en un naufragio.

Impagable la metáfora final del trozo de carne colgado y rodeado de una nube de moscas. Puede verse como una tétrica predicción de lo que espera a los dos protagonistas, o como una muestra de lo mundanal que es todo aquello a lo que en muchas ocasiones damos importancia.

En definitiva, lo que saco en claro de esta relectura de Bradbury es que he encontrado muchas más capas y detalles en estos trabajos. En los tres relatos he visto muchas más cosas de las que seguramente encontré cuando los leí por primera vez hace ya bastantes años. Una muestra más de lo bueno que es releer libros que si son realmente buenos pueden aportar nuevas perspectivas y conocimientos cuando se les da otro vistazo. Y de lo pendiente que tengo leer más obras de Ray Bradbury, que tengo “Crónicas Marcianas” pendiente en mis estanterías desde hace muchos años.
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Leyendoyfrikeando
 11 July 2022
Un libro profético que nos desvela a una sociedad manipulada y gobernada a través del entretenimiento de las pantallas. Donde los libros están prohibidos y los bomberos, en vez de apagar fuegos, son los que los provocan para deshacerse de cualquier libro que las personas tengan escondidos. Una distopia necesaria, no tan buena como 1984 de Orwell pero con un mensaje igual de importante y una similitud a la sociedad actual que da para reflexionar durante un buen rato.
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March_25
 18 May 2023
No es la primera vez que intento disfrutar con este escritor y me da la sensación de que nunca lo voy a conseguir nunca.
Me he encontrado con un mundo distópico en el que los bomberos queman cosas, especialmente, libros, y las casas en las que se encuentran, lo que me ha resultado infinitamente desagradable. Escrito en tercera persona, nos cuenta el día a día de uno de esos bomberos en una sociedad que no recuerda nada de su pasado, ni siquiera cómo o dónde conocieron a sus parejas.
Esta novela clásica de ciencia ficción es bastante corta, pero la forma de este autor es tan densa que se me ha llegado a hacer pesada en algunos capítulos. Los diálogos son muy complicados, algunos he tenido que leerlos dos veces porque parecía desconectados de la trama que estaba siguiendo.
Algunos de los personajes son odiosos, comenzando por Mildred, la mujer de Montag y continuando por Beatty, su jefe. Los únicos que me ha gustado salen muy poco: una niña y un par de viejos profesores.
Me quedo con la esperanza de que cualquiera puede descubrir la magia y la importancia de los libros, aunque tengan formatos diferentes al papel, pero también es verdad que no ha sido necesaria esta lectura para llegar a esa decisión.
Llevaba mucho tiempo con este libro pendiente, pero aunque me ha defraudado un poco, posiblemente esperaba demasiado, también es cierto que me ha hecho pensar, y mucho. Me parece tan aberrante quemar libros en el pasado como en un futuro, aunque sea lejano, pero también me lo parece reescribir los clásicos para que nadie se sienta mal al leerlos, y eso se está planificando en el presente. Sólo recomiendo su lectura si eres capaz de conectar con este autor.
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joseluispoetry
 25 July 2019
FARENHEIT 451, DE RAY BRADBURY


Farenheit 451 de Ray Bradbury es una novela distópica pura. Como ya se sabe, una distopía es una utopía en su sentido peyorativo, una sociedad que se supone debería ser idónea pero que no lo es, simple y sencillamente porque los valores impuestos son indeseables para el ser humano.
Ray Bradbury escribió Fahrenheit 451 con una máquina de escribir que rentó en la biblioteca por $0,10 por cada media hora, pagando un costo total de $9,80, lo que significa que le hubo tomado exactamente 49 horas escribir el clásico[1].
Primero apareció en capítulos en 1952, en la revista Play Boy, cuando ésta era precisamente una revista mucho más completa y más integradora que su versión actual. La obra completa fue publicada al año siguiente, en plena época de la tan llevada y traída Guerra Fría, justo cuando el mundo se había dividido en dos bloques: los comunistas rusos y los capitalistas norteamericanos.
Como distopía pura, Farenheit 451 –algo así como 332 grados centígrados, temperatura idónea en la cual arde el papel- se erige como una civilización cuyo gobierno es represor y encierra en sí misma una fuerte relación con la época y el contexto económico, político y social norteamericano que la vio nacer. Aunque cabe aclarar que Ray Bradbury ya había cosechado fama con la novela Crónicas marcianas, publicada en 1950.
Concebida no como se asevera en Wikipedia, por un afán de protesta contra la muy lejana quema de libros en la Alemania Nazi de 1933; no como -algo más cercano a Bradbury- el lanzamiento de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki en 1945 (si Wikipedia tuviera razón en su razonamiento irracional, se quedarían atrás la quema de la inmensa Biblioteca de Alejandría, y aún más atrás en el tiempo, el incendio de Roma por Nerón y también hubieran contado); sino como una severa crítica a la prohibición de libros y a la “cacería de brujas” orquestada por el senador Joseph Mc Carthy ese mismo año, 1953, en el que los grandes artistas norteamericanos y extranjeros comienzan a sufrir de hostigamiento en la tierra de las promesas fallidas por la más mínima sospecha de que albergan en sus almas una pequeña pizca de “comunistas”. Recuérdese el triste y valiente caso de Lillian Hellman, la esposa del novelista del género negro Dashiell Hammet, quien fue sometida a un severo juicio, o la de los cineastas, como Dalton Trumbo y sus amigos, y a todos los políticos de la época, quienes fueron obligados a declarar ante el famoso tribunal anticomunista (una especie de Tribunal del Santo Oficio, sin ser santo y sin ser oficio, en pleno siglo XX) su desapego a las ideas de Marx y Engels.
Farenheit 451 es una novela sincrética, porque concilia dos universos de la mitología si no totalmente opuestos, sí distintos en sus puntos torales: el judeocristiano y el griego. Es una alegoría que reúne lo crístico con lo órfico, y que se reconcilian, se mezclan en el gran mito de la resurrección. Job, prefigura de Cristo, Orfeo, y el ave Fénix se dan cita en estas páginas.
En el fondo, Farenheit 451 encierra la eterna alegoría del paraíso perdido por recuperar. Un mundo patriarcal, autoritario, donde existe un dios en la figura del estado, que ha prohibido terminantemente el acceso al huerto del fruto del conocimiento.
Durante seis días dios creó el universo, al séptimo de ellos, el domingo, descansó. Por eso en Farenheit la eternidad comienza un lunes. Y precisamente, en alemán, Montag, que es el nombre del protagonista de la novela más leída de Ray Bradbury, significa lunes.
El lunes es el octavo día y a la vez el primero, en donde el hombre deja el ocio y se pone en acción, es el emblema del comienzo. Montag pertenece a una de las cientos de estaciones de bomberos que existen desperdigadas por toda la geografía del estado totalitario, la cual, paradójicamente, no se dedica a apagar incendios, sino a provocarlos en cada sitio donde se encuentren los grandes volúmenes nacidos del invento de Johannes Gutenberg.
Montag parece estar conforme con su vida, con su rutina de tragahumo y con Mildred, su querida, depresiva y amnésica esposa, quien siempre lo espera en casa y hasta celebra cada “hazaña” de volver cenizas a alguna biblioteca clandestina.
Todo comienza a cambiar cuando Montag conoce a la subversiva involuntaria Clarisse Macclellan, una muchacha rústica, silvestre, desenfadada, ajena a ese mundo que los rodea. Clarisse es una Eva futurista, un filósofo en potencia y su pregunta ontológica resulta ser el fruto demasiado apetecible con el que cimbra todo el, hasta entonces, reducido y conformista universo de Adán-Montag: -¿Es usted feliz?
De esa forma, Clarisse hace honor a su nombre: le brinda claridad a Montag. Es a la vez Eva y a la vez la serpiente que tentó a Adán-Montag en el Paraíso.
El sacudimiento de conciencia de Montag se completa cuando él, Beatty y el resto de su cuadrilla de bomberos acuden a incendiar un domicilio que ha sido descubierto y denunciado por una vecina de apellido Blake como guardador de libros en el ático en potencia. La dueña de la casa no sólo no sale a la calle, como ocurre la mayoría de las veces, en esos casos en que la casa habrá de ser devorada por el fuego, sino que es ella misma quien prende la cerilla que pondrá fin a su vida y a sus pertenencias. Montag se cuestiona sobre el posible sentido poderoso y oculto -aún a sus obnubilados ojos y a su mente embotada- que los libros encierran como para que un ser humano sea capaz de darlo todo por ellos.
Beatty es el memorioso jefe de la estación de bomberos donde Montag labora. Beatty está recalcitrantemente convencido de que su vida es perfecta. Él es el representante corpóreo del estado totalitario. Piensa que los libros son el verdadero estorbo en el camino a la felicidad, pues provocan una angustia existencial, por eso hay que acabar con todos. Y pobre de aquel que se oponga, el sabueso -ese perro mecánico, asignado uno para cada estación de bomberos, cuya aguja que inyecta procaína actúa como un poderoso sedante- irá por él. Y la casa donde habite el transgresor o la transgresora habrá de ser reducida a escombros.
Faber hace su aparición. Faber es un viejo profesor de literatura, es el homo faber que habrá de proporcionar las ideas y los medios para escapar del absoluto control que el estado ejerce sobre todos los ciudadanos, para iniciar el proceso de liberación. le proporciona a Montag un pequeño pero efectivo dispositivo para estar en constante comunicación.
Ray Bradbury nos recuerda el poder subversivo que tiene la poesía en quienes la escuchan, por eso cuando Montag, en un acto de ira por lo superficial que son, lee un poema en voz alta a Mildred y a sus amigas, una suelta el llanto desconsoladoramente, mientras otra se enfurece. Ésta es la razón por la cual según Platón deben ser expulsados de la República todos los poetas. Mildred no está dispuesta a seguir casada con el pobre Job-Montag que parece estar enloqueciendo. Ella y sus amigas lo denunciarán. Este es el clímax de la novela.
Cuando llegan al domicilio donde habitan los insurrectos, Montag ve salir a Mildred-Eurídice a la inversa, llevando sus cosas. ¡Entonces comprende tardíamente que es su propia casa la que tienen que quemar! Accidentalmente se le cae el dispositivo con el cual se comunica con Faber. Beatty lo recoge y asegura que dará con el subversivo para darle su merecido y obliga a Montag a que sea él quien prenda fuego a todo sin dejar un solo momento de hostigarlo. Montag, en un arrebato de ira, incendia a su jefe y al sabueso. Éste le inyecta el poderoso sedante. Aún así, consigue huir.
A final de cuentas, desposeído ya de todo, virtual y mediáticamente asesinado por otro sabueso, Montag habrá de unirse a esos hombres-biblioteca deambulando a las orillas de las ciudades, de las vías del tren y de los ríos y significan la última esperanza de la civilización. Son libros vivientes, la alegoría del ave fénix renaciendo desde sus propias cenizas. En ellos, el fuego no es un elemento destructivo, sino civilizador. Son grandes dialogantes. Buscan incentivar el calor humano. Saben que después de la guerra, que ronda por doquier como fantasma, mejores tiempos para ellos se aproximan.
Una alegoría excelente la de Farenheit 451, misma que presupone un abandono al progreso mecanizado y un regreso a los cinco sentidos y a la naturaleza. Montag es un moderno Orfeo volviendo del mundo de los muertos. El baño de lodo, de tierra, de cenizas, mientras es perseguido, nos habla de su renacimiento. Montag es el hombre que ha regresado a sus orígenes, a su útero materno, la madre tierra, para poder nacer nuevamente. Montag es el hombre nuevo constituido por lo antiguo. El sénex puer o el puer sénex, el viejo-niño, el niño viejo que dará al mundo un sentido más profundo, más significativo, por lo tanto más humano. Y qué puede ser el símbolo que reúne lo viejo con lo nuevo, lo muriente con lo naciente sino el ave fénix. El dios viejo que se hace un dios nuevo, como Jesús, el cristo.
[1] Ray Bradbury murió el 5 de junio de 2012 a la edad de 91 años en Los Ángeles, California. A petición suya, su lápida funeraria, en el Cementerio Westwood Village Memorial Park, lleva el epitafio: «Autor de Fahrenheit 451».
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rafaelcriado
 19 May 2022
Las novelas distópicas suelen deprimirme. Esos mundos dirigidos por una mano invisible me aterran, ya sean un gran hermano o un mercado voraz, todo lo manipula para salir beneficiado. Te imponen una sola realidad, no existe nada contrapuesto. Todo es blanco o todo es negro. Cualquier matiz y escala de grises desaparece. No solo no existen sino que nunca existieron y si lo hicieron llenaron nuestras vidas de mal.
Me he pasado la lectura subrayando. No quería perderme ni una de las profundas reflexiones que Bradbury nos regala en su escrito. Es un libro que incita a meditar, a cavilar, a despertar sentimientos que viven en nuestro intelecto pero no siempre están lo suficientemente despiertos para inquietar nuestras conciencias.
En definitiva, es una obra que vale la pena leer, que despabila nuestra inteligencia haciendo provechosa su lectura.
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