—Estoy… Es… Es como una tortura. —Tenía la voz cansada, apenas era un susurro—. Creo que me estoy volviendo loco. No sé qué está pasando, lo que sucedió, pero te miro a ti, te miro y te amo tanto. No por algo que hayas dicho o hecho, ni por nada en absoluto. Te miro y sencillamente te amo y me aterra. Me aterra lo que yo haría por ti. Por favor…, debes decirme…, dime que no estoy loco. Por favor, solo mírame. Mi mirada se elevó hacia la de él y todo terminó. |