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Adoré el libro. Me gustó mucho el enfoque, que estuviera contado desde la perspectiva de Bruno, con esa inocencia y las ocurrencias que caracterizan a los niños, hace de esta historia algo inolvidable. Y justamente es con esa inocencia que Bruno ignora todo lo que pasa, pronuncia mal las cosas y omite las que son muy obvias sobre el contexto. Por ejemplo: pronuncia mal el lugar donde están, aunque se sobreentiende. Y lo más genial es cómo le dice a Hitler -El Furias-. También me gusta cómo es su acercamiento con el campo en sí, cómo lo descubre, cómo lo percibe, cómo le genera curiosidad e incluso envidia toda esa gente con pijamas de rayas, y cómo se lo toma cuando conoce a Shmuel. Sigue siendo una historia fea y triste, pero rescato el enfoque que le dio el autor, cómo percibimos todo lo que pasa desde la mirada infantil, con el egoísmo, la inocencia, la curiosidad, esa habilidad que tienen los niños para sorprenderse con todo y las ocurrencias. Además es de esas historias que te generan sentimientos super contradictorios, en un momento te reís con las picardías de los chicos o te enterneces por su ingenuidad, y al otro estás deprimido por la realidad cruda y si ya vieron la peli y saben lo que pasa, cada mención sobre el futuro te hace mal. |
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