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ISBN : B01AV5T6I0
152 páginas
Editorial: Ediciones Carena (19/01/2016)

Calificación promedio : 5/5 (sobre 1 calificaciones)
Resumen:
“Un día, después de muchas mañanas de asomarme en el balcón de mi piso, vi la nada.”

Con esa frase se inicia el testimonio del señor Silva, un funcionario que se siente prisionero de algo. Su barrio, su trabajo en el Ayuntamiento, su matrimonio y, quizá, su mente sean la cárcel de este hombre. Silva padece una extraña enfermedad denominada “el mal de la mirada trastocada”. Sin embargo, él se siente un sujeto normal atrapado entre la ilusión de lo que ... >Voir plus
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Críticas, Reseñas y Opiniones (1) Añadir una crítica
ElianaAyuso
 14 September 2021
"Edgar Borges. ¿Es posible ser burócrata y ciclista al mismo tiempo?", por Sandro Cohen.

La ciclista de las soluciones imaginarias es una novela alegórica. Esto significa que sus elementos son simbólicos. Una bicicleta es una bicicleta, pero también es otra cosa. Una callejuela es una callejuela, pero también es otra cosa. Un bosque es un bosque, pero también es otra cosa…
La historia de esta novela alegóricosubversiva de Edgar Borges es, en sí, sencilla. El señor Silva —el yo de la obra, quien cuenta lo que sucede— es contador público titulado en México, pero es español y vive en Madrid o Asturias; resulta difícil precisarlo. A su vez, México, como lugar en el mapa, es también alegórico: significa otra cosa. Venezuela no se menciona, pero
el autor, Edgar Borges, es venezolano, y esto se hace presente en el lenguaje de la novela, en ciertos localismos que no son ni españoles ni mexicanos sino más bien de la región caribeña y centroamericana, como el verbo provocar con el sentido de incitar el apetito, apetecer, gustar, como en "Me provoca dar una vuelta en bicicleta”, que en mexicano se traduciría como “Me dan ganas de dar una vuelta en bicicleta”. El señor Silva antes había trabajado en el Ayuntamiento como contable, pero al inicio de la novela está desempleado. Su esposa, Laura, es maestra de matemáticas de cuarto año de primaria. Casi soporta al marido; el marido casi la soporta a ella. Como puede deducirse, el matrimonio no marcha. Silva había sido despedido por faltas graves a, suponemos, la ética del Ayuntamiento -que, a su vez, es otra cosa—, y estas faltas tocan a cuestiones de la imaginación, la poesía, la creatividad, etcétera. Es aquí donde entra la ciclista, quien
—por supuesto— es otra cosa. Ella encarna las virtudes que acaban de ser nadas: la imaginación, la poesía y la creatividad. Descubrimos que ha llegado al barrio —que es el vecindario, la colonia, pero que es también otra cosa— para que allí vengan a establecerse inventores, o que se conviertan en inventores los que allí residen. Ella, para las mentes cerradas que mandan desde el Ayuntamiento, es el ene migo como lo es de Adán y Eva la serpiente del libro del Génesis. La ciclista es la semilla de la decadencia, la disfunción y la corrupción.
En la novela de Borges, hay dos clases de personas: las que cargan piedras en camiones en el eterno esfuerzo de crear más callejuelas, en detrimento del antiguo bosque, y las que trabajan en el Ayuntamiento y tienen el derecho de disfrutar dos días de descanso a la semana. Este organismo
oficial, que conocemos en el libro como Ayuntamiento, representa a las fuerzas del orden, lo práctico, el progreso, la férrea estructura social necesaria en cualquier monarquía, oligarquía o aristocracia que desee
hacerse pasar por democracia de facto. Para estas fuerzas, no hay que pintar fuera de las rayas, soñar es peligroso y las calles sirven, principalmente, para que pasen los camiones que cargan las piedras excavadas en la creación de nuevas callejuelas. Estas, a su vez, son laberínticas. En ellas es difícil orientarse, como resulta difícil hacerlo dentro de una pesadilla. Una de las recurrentes de la novela, de hecho, consiste en querer hallar el bosque de la infancia, que parece haber sido comido por
las callejuelas cada vez más ubicuas y cardinalmente traicioneras. El bosque, por supuesto, es el lugar donde reinan la inventiva, la imaginación y la creatividad. Por eso los picapiedra no se cansan de crear más callejuelas a fin de pavimentar el paraíso, para parafrasear la letra de la famosa canción de Joni Mitchell “Big Yellow Taxi”, cuyo estribillo es “Pavimentaron el paraíso para construir un estacionamiento”. Uno de los agravantes del despido del señor Silva tenía que ver con la Nada, tal vez un homenaje a la que evocó Michael Ende en La historia interminable. El narrador, el señor Silva, de repente se quedaba paralizado viendo la Nada que engullía a la realidad visible y palpable. En La ciclista de las soluciones imaginarias se vivía, en parte, dentro de la nada, que es la realidad del Ayuntamiento, del señor Burgos, los burócratas encabezados por el director de Recursos Humanos y del Departamento de Contabilidad y el de Ciencias Exactas. Y en parte se vivía en el mundo de la ciclista, quien con sus danzas acrobáticas sobre la bici seducía a quien se dejara para que abandonase su vida rutinaria dedicada a pavimentar el paraíso para construir eternas callejuelas laberínticas e indistinguibles. El señor Silva también se hizo acreedor de un despido porque insistía en recordar sus años de estudiante en México, la idealización de un lugar fantástico o fantasioso donde no se aplicaban las
duras reglas de realidad dura. Para volver a reclamar su puesto en el Ayuntamiento, y ganarse el favor de su esposa, debía olvidar todo aquello y renunciar a su fascinación por la ciclista, enemiga número uno de la buena sociedad. Y deseaba hacerlo. Realmente añoraba ser parte del organismo, uno de sus engranes y ayudar a que funcionara, pero su lealtad se dividía a cada paso, sobre to do cuando se daba cuenta de que algunos de los bu- rócratas clave también llevaban vidas dobles como inventores de tiempo parcial mientras desempeñaban simultáneamente sus oficios deshumanizadores dentro del Ayuntamiento. Esta doble realidad alegórica es el desafío que el autor nos propone. ¿Dónde estamos nosotros? ¿Dónde queremos vivir y en qué clase de realidad? ¿La de los burócratas de maletín, apoyados por los picapiedra y los enormes e infinitos camiones que rugen todo el día y que no nos dejan ni caminar ni mucho menos apreciar fenómenos tan intangibles como la belleza? ¿O preferimos la otra realidad dominada por los inventores, los poetas y los ciclistas, quienes crean belleza al levitar silenciosamente sobre dos ruedas? Estando en una es difícil pasar a la otra. Requiere un gran esfuerzo y un salto de fe. Para lograrlo, hay que dudar de todo. El señor Silva debía cuestionar la realidad de su matrimonio y la existencia misma de sus tres hijos, cuyo bienestar las fuerzas del Ayuntamiento siempre le echaban en cara cuando sentían que él se dejaba tentar por el lado oscuro de la ciclista, el cual, por supuesto, es en realidad el lado luminoso. ¿El señor Silva estaba casado con Laura? ¿Tenía hijos? ¿Realmente conocía el bosque? Se trata de preguntas existenciales que, a nuestra manera, tenemos todos y a las cuales debemos responder.
Andar en bicicleta es andar en bicicleta, pero también es otra cosa: es soñar, no dejarse atrapar por círculos viciosos, crear espacios liberadores, respetar la humanidad del prójimo, amar… ¿Es posible ser burócrata y ciclista al mismo tiempo? ¡Por supuesto! Esto es lo que los del Ayuntamiento no querían que descubriéramos como especie. Trabajamos, pero no somos esclavos, y si no podemos ver el bosque por las callejuelas, algo está terriblemente mal. de esa pesadilla tenemos que despertar. Y La ciclista de las soluciones imaginarias está allí para seducirnos, para ayudarnos a dar el primer paso hacia la luz de la invención.
Enlace: https://www.revistadelaunive..
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