La sastrería de Scaramuzzelli

AMOR (en mayúsculas). Así es como describiría con una palabra esta novela.
Época: finales del siglo XIX. Un padre, escritor, fabricante de tejidos, gran amante de su familia y enfermo de tuberculosis regala a su hijo lo más preciado que podemos tener, una vida. Y lo hace leyéndole, mientras que está postrado en una cama, historias que el pequeño representa con su imaginación tras la ventana de su dormitorio, la única con vistas “a cualquier parte del mundo”. En uno de esos cuentos parece advertirle de la llegada, algún día, de alguien que lo cambiaría todo.

25 años más tarde un personaje misterioso, Barros Scaramuzzelli, un prestigioso diseñador dentro del mundo de la moda del momento irrumpe en el hasta ahora tranquilo pueblo de Tonleystone para desarrollar un proyecto (abrir una sastrería y que tenga lugar allí el mayor desfile de moda del país) que dará la vuelta a la vida de sus habitantes. Sin embargo, ¿no es extraño que recale en un pueblo rural, de gente humilde, que no destaca en el mapa geográfico?; ¿Será este personaje quién lo cambiaría todo?
Mientras, William Langhorne ha mantenido su espíritu imaginario intacto a pesar del tiempo que ha pasado desde su infancia y de no tener ya a su padre contándole historias. Se nos presenta como un personaje que parece vivir anclado en sus recuerdos, y hasta bien entrada la segunda parte del libro no se le ve avanzar y salir de ese micro mundo de recuerdos infantiles y vacíos personales al que poco a poco le va ayudando Scaramuzzelli con esa personalidad misteriosa, pero al mismo tiempo atrayente. ¿Por qué dejó su vida parada en el momento en que su padre fallece? “El problema de vivir en el pasado es que siempre se llega tarde al futuro”.

Sin embargo, no es todo como parece… Empiezan a ocurrir una confluencia de acontecimientos inexplicables y demasiado improbables para ser coincidencias, y si el transcurrir del relato ha sido apacible, sin sobresaltos, incluso una historia que puede tildarse con elementos que recuerdan a un mundo con magia, pronto llega el final dando un vuelco a lo que hemos venido leyendo e irrumpe de golpe donde la cruda realidad ocupa su lugar, provocando al lector una especie de respingo mental quedándose “con la boca abierta” ante el desenlace inesperado, pero a la vez, uno de los más conmovedores que he podido leer y, a su vez, una gran lección de vida.

Es complicando continuar comentando sin llegar a dar más pistas… Solo es posible entenderlo llegando hasta la última página del libro, pues de nada serviría quedarse a medias. Es una fábula sobre el amor infinito de un padre a un hijo, de una sensibilidad exquisita por la necesidad de retener la vida, proyectar un futuro y “burlar” la “ley más sagrada de la naturaleza”.

Brillante, emotivo, enternecedor.