Lo que no tiene nombre

Que duro debe ser para una madre que su hijo muera. Pero peor debe ser que se suicide. En mi caso, me haría las mismas preguntas que se hace Piedad Bonnett en este corto libro. le faltó afecto? Qué hicimos mal? Por qué estaba enfermo? Por qué a mi hijo? Qué pensó antes de morir? Fue impulsivo o pensado? Dejó la medicación para terminar con su vida o se suicidó por dejar la medicación? Relato muy profundo de alguien que cree que escribir sobre el suicidio de su hijo la puede ayudar, tratar de no olvidar. Muy buen libro que llega al corazón y te hace sufrir con ella

Piedad le quiso rendir un homenaje a su hijo y lo hizo maravillosamente, sin cursilerias ni dramas, y lo que es mejor aún, lo hizo visualizando una enfermedad tabú, recordándonos que obligamos a sus portadores a esconderse haciendo más difícil su vida. Son muchas las reflexiones que nos deja, yo me quedo con esa.

Un libro que se bebe en pocas horas, y te deja ese sabor que solo un buen libro provoca.

Que puedo decir... este libro me impactó muchísimo siendo yo una persona que batalla constantemente con la salud mental.

En esta obra la autora narra la gran batalla psiquiátrica de su hijo Daniel desde toda la vida la cual culmina con su suicidio.

Este libro no es tan solo un testimonio de una madre buscando respuesta que nadie más que aquel que se ha ido puede otorgarle sino que también es una forma de demostrar su orgullo hacia su hijo y de que nadie se olvide de que alguna vez Daniel pisó esta tierra y de que como todos nosotros era un humano más.

No sé si me estoy cerrando a las palabras que contienen este libro. No sé si me escondo, si realmente le estoy huyendo a la confrontación que, en sus páginas, me propone. Para explicarlo me digo que tal vez lo estoy leyendo desde un lugar en el que lo leído me resulta lejano, difícil de entender, quizá, por no ser madre/padre, o por no haber sufrido una pérdida ante la desgracia del suicido. Pero ¿será verdad eso? ¿Que me resulte "imposible" conmoverme con una historia "lejana"? No. Mi reacción es el resultado de estar pasmado y en silencio ante la posibilidad de reconocerme en los espejos que apuntan hacia mí: algunas descripciones de los sufrimientos de Daniel y de los dolores de Piedad. al final, guardo silencio, como si fuera una conversación en la que prefiero quedarme callado y escuchar.

Y escucho. Escucho a Piedad Bonnett, que ante la ausencia de "sentido" para explicarse el suicidio de su hijo, hace un esfuerzo por "tratar de comprenderlo". Una búsqueda necesaria, no por la verdad, sino por entender qué pasaba por su mente antes de elegir quitarse la vida. Y las cosas están dichas como tenían que decirse: crudas, con honestidad y franqueza, con atisbos de culpa, arrepentimiento, aceptación y reconciliación. "Así es. Fue. Sucedió. Fue la enfermedad, dicen. Pero yo sé que habría algo más allá del trastorno: una lucidez suficiente como para querer morir. Quisiera poder saber -aunque no sé bien para qué- cuánto duró su vacilación, de qué magnitud fue su sufrimiento, qué opciones contempló, cuándo empezó a estrecharse el cerco".

En las últimas páginas Bonnett se pregunta por qué escribe un libro sobre esto, y se responde: "Quizá porque un libro se escribe sobre todo para hacerse preguntas".

Son muchas las páginas que entre poetas, novelistas, dramaturgos y científicos han escrito intentando dilucidar el dolor, la oscuridad y la luz, lo irreparable para el que continua y el descanso para el agobiado, ese definitivo abandono en el que nos sumerge la muerte, y a pesar de ello no deja de tener aire imaginativo que, para algunos, la misma este durante mucho tiempo en un juego de seducción no elegido.
Es admirable el poder de construcción del relato que logra la autora, con la expansión del sentimiento a través del lenguaje, del uso práctico y a la vez poético del idioma, esté resulta de una forma casi inexplicable, acogedor en el amor de madre y, estremecedor y sombrío en el dolor de quien dio todo por ver feliz a su hijo, pero la oscuridad termino arrebatándoselo y mostrando así, que en muchos aspectos era un desconocido.
El recuento de los episodios de dolor y de felicidad, intentado reconstruir paso a paso el camino andado, posiblemente no buscando alivio, si no haciéndolo con el afán de quien su intelecto lo obliga a querer comprender las razones y momentos previos que se esconden tras un suicidio, el dolor descarnado, pero conscientemente lidiado por una madre a la que ni siquiera sus autores más amados pueden con sus versos darle sosiego o explicación a su perdida, pues en verdad, los tormentos de la mente, el dolor de la lucha diaria, el temor a nunca ser, solo pueden llegar a tener explicación en quien en algún momento a contemplado con desdén el abismo con ansias puras de entregarse a él.
Un libro sobrecogedor y extremadamente valioso por la valentía de su autora.

Es inevitable encontrar un lenguaje poético a través de las letras en esta historia, su historia, la de Daniel. Párrafo tras párrafo nos encontramos con una narrativa que acaricia la herida, sí, así de ambivalente es el sentimiento que desprende. Y es que como lectores encontramos cierto placer en leer una historia con un lenguaje tan particular y por otra parte nos enfrentamos con la magnitud de la historia, la de una madre narrando la pérdida de su hijo.

Daniel fue un artista plástico que debido a la alienación dejó un vacío en la vida de todos sus seres queridos y en el mundo artístico.

Siendo un adulto joven fue medicado para un tratamiento contra el acné, el cual se cree que fue el detonante de una depresión que vino a exponer la esquizofrenia. Desde el día 1 en el que su madre, Piedad Bonnett, recibió la noticia, sabía que los laberintos de la alienación tarde o temprano le arrebatarían a su hijo. Y así es como a lo largo 130 páginas divididas en cuatro partes y nos encontraremos con esta catarsis, la de una madre que vive y se desvive por su hijo, que acompaña y a la vez deja que ese muchacho siga su vida con la mayor normalidad posible hasta ese fatídico día...

Piedad comparte sin mesura sus preocupaciones, ese hiperenfoque que desarrollamos las madres ante la enfermedad de alguno de nuestros hijos en el cual aún con angustia nos queremos comer toda la información posible, remedios, tratamientos disponibles, etc con tal de ver bien a nuestros hijos. Porque no importa cuán desolador sea el diagnóstico, una madre siempre tendrá esperanza.

Una historia que visibiliza el tabú y todo lo que gira en torno a una enfermedad psiquiátrica.

El relato de una mujer que con sus palabras narra su duelo y dolor por el que sufre, sus pensamientos y su miedo al destino final y las angustias por las que pasó su hijo a mi me atrapa, me abruma. Me encantan los libros que hablan de la muerte eliminando el tabú por completo. La muerte es un proceso y es el único final que conoceremos todos, y cuanto antes lo asumas, más feliz serás. O esa es mi opinión. Me ha encantado. La prosa de la autora es increíble, sientes su dolor y su tristeza. Te hace ser parte de ella. Todos hemos perdido algún ser querido, de una manera violenta o no, pero todos nos hemos sentidos perdidos y está novela hace que te metas de llleno.

Una historia muy triste de como se suicidó el hijo de la autora. No podes dejar de sentir. Te explica lo que vivió, desde los primeros ataques del hijo hasta su misma muerte. Lo empezas a leer con el corazón en la mano y al terminarlo te deja un vacío existencial, uno complicado de salir.
Es muy difícil la situación, tanto para quien lo está viviendo como para quien lo acompaña. Cada lado tiene sus contras. Esperemos que el hijo haya ido a un mejor lugar. 
¿Cómo podes superar que tú hijo se suicide? La autora parece hacerlo a través de la escritura. Con un resultado espectacular. Es un libro con mucho sufrimiento. Ya sabes lo que va a venir.  Lo recomiendo pero con su debido cuidado, toca temas muy sensibles, como se habrán dado cuenta.

Este libro me ha hecho reflexionar demasiado, la situación actual del mundo al enfrentar una pandemia es muy delicada, el confinamiento nos ha afectado a todos, algunos más que otros.
Esta novela muestra o que pasa más allá de una persona en la calle con talento y una bella sonrisa, cuadros con demasiada historia, el misterio de unir hilos como madre.
Para mí ha sido muy impactante ya que considero que es un tema muy delicado, la salud mental no es un juego y esto es un claro ejemplo de ello, al mismo tiempo me da gusto que la pandemia allá generado mayor interés y búsqueda de salud mental; viéndolo desde el país con la tasa de suicidios más alta del mundo siento un POR FIN ya que por más que se intentaba era un tema que podía ser incluso prohibido en la mesa, sin embargo con estos ya años de confinamiento creo que todos tenemos claro que la mente es DEMASIADO poderosa, y al igual que el cuerpo hay que cuidar de ella.

Dolor, es lo que sientes cuando vas descubriendo cada página de este libro.
Piedad Bonett nos narra a través de esta historia, la muerte de su hijo, lo que le llevó a hacerlo, el dolor de su familia y amigos y el duelo. Ese duelo, que parece difícil e imposible de superar. ¿Cómo pueden unos padres sobrellevar la muerte de un hijo? Piedad lo tiene claro, escribiendo.
Es un libro que pone en el ojo del huracán a ese tema tabú como es el suicidio, es una obra que muestra muy bien y da visibilidad a las enfermedades mentales y a la lucha que deben llevar todas las personas que conviven con esa enfermedad.
Es una historia de pocas páginas, pero que el lector tenderá a dosificar, es una lectura que daña el alma, que agota y que que te hace reflexionar sobre el dolor, la muerte y las enfermedades mentales.
Me ha encantado la manera de escribir de la autora y sobre todo me ha gustado cómo ha logrado hacer que Daniel siga vivo para siempre entre estas páginas repletas de todos los sentimientos posibles.