Estamos ante un hombre poderoso, egocéntrico, machista, muy rico, acostumbrado a que las cosas se hagan como él quiere y una mujer destacadísima en su profesión, solidaria, al frente de una fundación para tratamiento de niños autistas. Ambos tienen algo más de 45 años y pisan fuerte en su quehacer diario, aunque sus métodos son diametralmente opuestos. Son viejos conocidos, aunque no se traten y la relación entre ambos y sus familias, fuera muy conflictiva. Se supondría que ante la consulta profesional, tendrían una relación de paciente y terapeuta, eficiente, respetuosa y distante. Algo así como agua y aceite. Pero no, surge un amor vertiginoso, casi adolescente por lo impetuoso, donde impera la actitud del empresario y ella lo acepta gustosa y mansamente. El libro es largo, por momentos repetitivo y tedioso, y nos encontramos inmersos en situaciones que no son comunes en la vida de la media de la sociedad argentina, aunque si en las clases pudientes y empoderadas políticamente. Si la autora ha expuesto su criterio en la relación de la pareja (abarcando a posteriori al resto de las familias y amigos de ambas partes) es como mínimo dudoso. |