Geai

Siendo completamente sincera, en un principio la historia me dejó confundida.

Para empezar, Geai, más que una historia para entretener, es una historia contemplativa, me explico: No te narran hechos cotidianos, no hay trama que atrape o giros inesperados, no, Geai habla de los que están en el mundo pero sin serlos del todo.

Albain es un chico con alma, podría decirse, despistada: Está todo el día en su mundo, ajeno a los demás, centrado en los detalles de las cosas sencillas.

Un día descubre a Geai; quien llevaba muerte muchos días y que, al despertar, tiene esa peculiaridad de sonreír, dejando fascinado al niño Albain.

Éste crece y vamos contemplando su vida, cómo sufre un accidente, cómo aprende a tocar el violín, hacer un concierto a las vacas, vender cacerolas y al final, hacerse cargo de una tienda de anticuario.

En un mundo regido por la lógica y, puede decirse que las “mentes cerradas” Albain encuentra y vive su identidad y el autor nos lo hace ver constantemente.

El final acabó por gustarme. Albain encuentra lo que parece ser la estabilidad (como lo llamaría la sociedad) pero en realidad es una extensión de sí mismo, el reflejo de la sonrisa de Geai. Me gustó la forma en cómo se enfocó esta situación al final de la historia; las personas, cuando llegan sin avisar, se va sin decir adiós.

Geai es una pequeña joya de libro. La historia nos habla de Albain, un niño de ocho años con una sensibilidad especial que, como suele pasar, no es entendida en el mundo de los adultos.

El descubrimiento de Geai bajo el hielo, cuando llevaba muerta dos mil trescientos cuarenta y dos días, y el hecho de que esta comience a sonreír, hace que la vida de Albain adquiera sentido. Esa sonrisa, y la compañía de un ser que nadie ve o escucha excepto él, cambia por completo su vida.

Tomado por loco, por tonto, por raro. Juzgado por ser diferente, por buscar una verdad que no se halla en el camino marcado por los demás, sino por el que uno mismo se fabrica. Albain contará con la compañía de Geai, con quien vivirá aventuras disparatadas, hasta encontrar esa sonrisa en un mundo real, por sí mismo.

Este relato es un viaje por la complejidad de los sentimientos y de las relaciones entre los adultos y los niños.

Geai es la verdad, una verdad que desaparece cuando Albain adquiere la madurez.

Albain define la verdad como algo increíble. Y los secretos como algo que debe decirse para que de verdad sea un secreto, porque si nadie los conoce, no son secretos, no son nada.

Christian Bobin nos muestra un relato de 95 páginas sin apenas conectores de texto entre sus párrafos. Como una poesía, utiliza una narrativa diferente y necesaria para llamar la atención sobre una historia sencilla y, paradójicamente, llena de complejidades, tal y como somos realmente los seres humanos.

Si bien no es una lectura sencilla, sí es un libro que merece la pena leer y que estoy segura encantará a los amantes de los microrrelatos y relatos de realismo mágico.

Me ha costado un poco entender el libro, la verdad, que para tener tan pocas páginas, me ha costado un poco leerlo, pero me ha gustado muchísimo.
Albain, ese niño de 8 años que observa todo de una manera que los demás no pueden observar y que finalmente, sigue haciendo lo mismo cuando se convierte en adulto, me ha resultado un personaje muy interesante.
Creo que la conclusión de este libro es que nos tenemos que fijar mucho más en ciertos detalles que pasan siempre desapercibidos a nuestros ojos y que son los que realmente nos hacen conectar con el mundo y con la realidad pura tal cual es, enseñando que formamos parte de un todo, y que el mundo de los vivos y de los muertos está mucho más conectado de lo que pensamos.