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Como se explica en la contraportada, la "tristeza de los cítricos" es una enfermedad que afecta a los árboles tiñéndolos de gris y debilitándolos hasta matarlos. Con esa explicación sabía que lo que encontraría no iba a ser luminoso y alegre, pero para qué engañarnos, tampoco es lo que buscaba. Así que de mi predisposición era buena y también la experiencia de lectura lo ha sido. Si bien es cierto que los relatos van de más a menos, siendo los primeros mejores que los últimos, hay un nivel de opresión y tristeza que no desaparece, así que recomiendo leerlos poco a poco, no todos del tirón. En ocasiones, el virus que provoca la devastación está dentro de nosotros y saldrá fuera, otras veces nos ataca desde el exterior y su violencia es fulminante. Cualquiera de esas perspectivas la encontramos en estas historias, marcados por un lenguaje directo, sin florituras ni adornos, un discurso en el que las cosas son llamadas por su nombre. Y aunque algunos relatos me han resultado sórdidos y crueles ninguno es inverosímil. Por más duro que sea lo que cuenta, todo puede estar sucediendo hoy mismo en algún lugar del mundo. Mis favoritos han sido 'Conejillo de indias', con el fondo de un matrimonio roto, y 'Una novia para Kafka', en el que una enfermedad mental marca el destino. Como me ocurre últimamente con algunas jóvenes autoras latinoamericanas, no puedo recomendarlo a todo el mundo, no es apto para estómagos delicados o poco acostumbrados a sus universos. Hay algunos relatos que yo sé que no voy a olvidar fácilmente. |
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