Lejos, el ruido de disparos, solo por unos segundos, que me recordaron a una bolsa de palomitas explotando en el horno microondas. No me inmuté: todo aquello se escuchaba a lo lejos. No tardaría en llegar el ejército y todo quedaría en calma por un tiempo. Yo, al igual que muchos otros en la ciudad, me manejaba por aquella lógica del rayo que no vuelve a caer dos veces en el mismo sitio.
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