El monstruo pentápodo

Existen novelas de terror que no deberían ser escritas nunca. Todas aquellas que reflejan los horrores cotidianos, los que encontramos al doblar una esquina o tras cualquiera de esas puertas de vecinos que nos saludan amablemente cada mañana. Esas novelas que cuentan historias que te estremecen desde diversos ángulos. Tanto desde el punto de vista de la certeza de que lo que estás leyendo te está removiendo las entrañas como desde el miedo a reconocer que la realidad puede ser incluso más espeluznante.
Liliana Blum nos mete directamente en la cabeza de un pedófilo. Y no solo nos viene a provocar con las perturbadoras fantasías que una persona como esta imagina a diario. Sino que directamente nos va a hacer partícipe de todo el proceso que lleva a un hombre como este a cumplir todo lo soñado. Y, claro, meterte en la piel de un ser así resulta incómodo, desahogante, te hierve la sangre con sus miradas, sus juicios, sus deseos y sus justificaciones. La espiral descendente hacia los infiernos te arrastrará como lector invitándote a dejar en más de una ocasión la historia.
Sin embargo Liliana muestra una exquisita delicadeza a la hora de tratar las partes más escabrosas de una historia como esta. Pero eso, que es de agradecer, tiene su contrapunto ya que dejará en tu imaginación el instrumento necesario para que te quite el sueño más de una noche. Hay en esta novela situaciones angustiantes que te estremecerán desde los más oscuros silencios pero, aun leyendo los pasajes más escabrosos, la autora consigue en todo momento evitar la delgada línea que convertiría esta desgarradora novela en un espectáculo. Y eso se lo agradeceré siempre.
Por otro lado nos muestra la que quizás sea la parte más interesante de la historia a través del punto de vista de Aileen, un personaje carente de autoestima y que actúa como el lector ante un espectáculo que no quiere ver. Siendo este el personaje más rico de esta historia, lleno de remordimientos y dudas ante una situación frente a la que nadie está preparado, los hechos que se narran son tan tremendos que me resulta imposible comprenderla y asumir su comportamiento. Entiendo sus debilidades, inseguridades y todo lo que supone para ella el desarrollo de su trastornada personalidad hacia un final sensato y necesario, pero la ingenuidad que muestra este personaje en los primeros momentos no termina de convencerme.
Es un detalle que le resta fuerza a la historia pero, salvando ese pequeño lastre, nos presenta a un personaje en completa evolución que actúa como nuestro testigo y confidente de esta angustiosa historia.
Libros como estos te hieren por dentro, te machacan y llenan tu habitación de penumbras. Aun así son necesarios, más si se escriben con la delicadeza de Liliana Blum a la hora de tratar un tema tan controvertido. El horror en su máxima expresión es aquel que no te deja dormir.