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De un filósofo español es la famosa sentencia de “quién no conoce su historia está condenado a repetirla”, y si alguien duda, a estas alturas, de la importancia de las humanidades en la enseñanza, debería leer más libros como este (entre otros muchos) porque se daría cuenta, digo yo, cuantas cosas se podían haber evitado con un poquito más de “cultura general”, repaso a los archivos, memorias, apuntes, estudios, estadísticas… Dividido en tres partes (I. Dios nos ha abandonado; II. La Edad de Hierro, y III. Sobre cometas y otras luces celestes) con este libro el autor nos ofrece una pincelada de los drásticos cambios que se produjeron en apenas dos centurias (1570-1700)no solo en el clima, que se presenta como eje de los mismos, sino más bien en los que tuvo que efectuar el ser humano para adaptarse a ellos, o mejor dicho, como esos cambios produjeron otros que a su vez desembocaron en otros (sabido es el poder de adaptación del ser humano, seguramente motivo fundamental por el que continuamos todavía por aquí). Grandes personajes, filósofos, economistas o científicos bien conocidos, como Pierre Bayle, Voltaire, Montaigne o Kepler, y otros más desconocidos como Carolus Clasius, profesor de la Universidad de Leyden, o el polémico Mesías judío oriental Sabbatai Zevi, comparten protagonismo con Descartes, John Locke, la quema de brujas, la aparición de numerosas revueltas campesinas por las continuas hambrunas, precisamente por la drástica bajada de temperaturas que acababa con las cosechas de cereal, un sinfín de guerras, la Guerra de los Treinta Años sin ir más lejos, éxitos comerciales a raíz de los descubrimientos de nuevos territorios, el crecimiento de los mercados… Pueden parecer muchos temas, además no llevan un orden cronológico, pero resulta sorprendente lo bien hilados que están, ya que todos tienen en común de un modo u otro, ser consecuencias del descenso de las temperaturas, cuyo colofón serán la aparición de nuevas corrientes de pensamiento que desembocarán en la Ilustración. El frío, al parecer, resulta estimulante… Algo curioso es la mención que hace de España, escueta y estereotipada, teniendo en cuenta que durante ese período, precisamente, era una de las mayores potencias, junto con Portugal y Países Bajos. El protagonismo de éste último es evidente (en las tres partes) llegando a centrarse en ella, en Ámsterdam en concreto, como paradigma de la metrópoli comercial y editorial. Destacan los tres cuadros elegidos con sus comentarios correspondientes, de lo mejor del libro para mi gusto, además de algunas de las conclusiones que, no por obvias, resultan tristemente ciertas, a saber: el ser humano no aprende, se adapta sí, pero tiende a repetir los mismos errores una y otra vez… Y tampoco nos tenemos que ir muy lejos en el tiempo. |
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