Legió

El libro está protagonizada por el inspector Kinderman, a quien ya se nos introdujo en la archiconocida «El Exorcista». En aquel caso, el inspector quedaba un poco en segundo plano, eclipsado por el personaje del padre Karras y el caso de posesión demoníaca de la pequeña Regan 👹. En esta secuela, Blatty pone a Kinderman al frente y de nuevo cara a cara con el mal, esta vez en forma de un terrible asesino en serie.

Las escenas del crimen destacan por ser brutales y blasfemas: el cuerpo de un niño crucificado, un sacerdote decapitado en su propio confesionario... Estos actos terribles llevan al inspector a replantearse (como ya se hizo en «El exorcista») la existencia de Dios y su naturaleza. El mal es fácilmente demostrable, pero si existe un Dios, ¿Por qué permite estos hechos tan terribles? ¿Debería el libre albedrío tener un límite? ¿Y si Dios no es realmente omnipotente?
A lo largo de las páginas entramos en la mente de Kinderman y le acompañamos en esta crisis de fe y en sus conversaciones internas sobre el bien y el mal, pero también sobre lo real y lo irreal, la locura y la cordura... Un sinfín de planteamientos que convierten esta obra en una novela mucho más profunda de lo que se puede pensar.

Hay misterio y la investigación es importante, pero no creo que sea el punto fuerte del libro, ni que el autor lo pretendiera. Sin embargo, no os penséis que se hace pesado, pues las ocurrencias y salidas de Kinderman aportan un toque de humor satírico que hace muy amena la lectura. Además, muchos de estos planteamientos de los que os hablo los expone el protagonista a través de conversaciones con otros personajes, a los que, todo sea dicho de paso, pone en situaciones extrañas y muchas veces incómodas. Este inspector es un experto en desquiciar a cualquiera 😂.

No os quiero contar mucho más para evitar destriparos la historia, pero no me puedo ir sin hacer mención a la preciosa edición que se han marcado en Obscura y a su gran aportación por acercar la lectura en catalán 🖤.