La memoria del alambre

No he subrayado nada de la memoria del alambre porque todo ha sido demasiado rápido, un romance de verano a los pies de enero. Ha sido como una de esas noches en las que te prometiste que te lo ibas a tomar con calma, nada de chupitos, una birra y nos volvemos. Pero al final te quedas hasta que prendan las luces y cierren las puertas, hasta que te manden de vuelta al sol.

Si me hubiese puesto a subrayar ahora todo esto sería verde, porque Bárbara Blasco no me ha dado tregua. Seguía preguntándome si el sonido que se escapa del primer párrafo es una suerte o una intención y ya me estaba sorprendiendo de nuevo: con su cinismo o su ingenio mordaz, con unos personajes que plasma con un par de pinceladas y aún así se te quedan grabados, con esa forma de romantizar todo lo que la noche trae bajo su velo.

La narradora creció con Violent Femmes y, veinticinco años después, se gana la vida interpretando en bucle las mismas canciones de Carlos Baute o La oreja de van Gogh, colgando en tus manos de verbena en verbena.

Imagina que odias tu trabajo, pero es lo más cerca que estás de cumplir el sueño de tu mejor amiga que fue arrollada por un tren hace veinticinco años. Carla se fue y se llevó la inocencia, las ganas de correr a ninguna parte. Se llevó la música.

¿Si Carla llevaba los cascos puestos al cruzar por las vías, podría decirse que fue asesinada por las mismas canciones que daban sentido a su vida?

Entre un pueblo semivacío y el siguiente, la narradora recibe un mensaje.

¿Qué llevaba Carla en los bolsillos el día que murió?

A través del misterio, de la articulación de una respuesta, de rebuscar en los baúles, Bárbara Blasco nos habla de una noche que, aún siendo la misma que hoy cubre nuestros cielos, ya no existe. Nos habla de una noche que fue absorbida por la máquina que sorbió guitarras y chupas de cuero para vomitarnos su silencio encima.

Hace tiempo leí que la verdadera maestría de un escritor no se descubre en la manera de elaborar un tema, sino en la manera de pasar de uno a otro. del mismo modo ocurre en la arquitectura o en el cine: el talento se esconde en los encuentros y en el montaje.

Se supone que saltar en el tiempo no es fácil, pero Bárbara Blasco puede hacerte creer lo contrario. Y estos saltos no servirían de mucho si no nos mostrase cómo han acabado las suelas después de tanto correr sin mirar atrás. Porque, parafraseando a la autora:
“Alguien me explicó una vez que el alambre posee memoria, que una vez que se ha doblado, por más que trates de enderezarlo, por más que intentes devolverlo a su posición original, siempre tenderá a combarse, a adoptar la maleada forma. Y la adolescencia es como ese momento en que se tuerce el alambre.”

Con La memoria del alambre entre las manos, a ratos lates entre una emotiva bildungsroman que trastea con el sexo y las drogas y a otro tiemblas al ritmo de un thriller que se pasea por el laberinto de la memoria. Pero siempre estás leyendo el retrato apostólico de una inocencia perdida, de una amiga que servía de espejo, de una música que decae sin freno, una ciudad que nunca volverá a ser la misma.

“Alguien me explicó una vez que el alambre posee memoria, que una vez que se ha doblado, por más que trates de enderezarlo, por más que intentes devolverlo a su posición original, siempre tenderá a combarse, a adoptar la maleada forma”.

No sé si ha sido la voz de la narradora, el estilo narrativo o la historia en sí. Quizás haya sido el conjunto de las tres cosas. No lo sé, pero me he visto atrapada en una historia (sencilla, aparentemente), de dos amigas adolescentes en los años 80.

Con una prosa directa y descarnada, sin complejos, la voz de una de ellas, de nombre desconocido para el lector, alterna en la narración dos tiempos. Por un lado su presente, en soledad, marcado por la desafección y la culpa por sobrevivir a su amiga. Por otro lado su pasado con ella, con Carla, inmersas ambas en una huída hacia delante, una huída de la rutina, de la normalidad, una huída en busca de experiencias vitales no siempre recomendables. La excusa: una carta de la madre de Carla pidiendo a nuestra narradora que le cuente cosas de su hija. El resultado: el despertar de muchos recuerdos dormidos, algunos incluso retorcidos para no recordarlos del todo, o incluso apagados y olvidados.

“Sé que es difícil vivir con la incertidumbre, y peor aún, con la culpa. Lo sé porque también yo estoy manchada, también yo soy un alambre torcido que jamas recuperará la posición original”.

Me ha gustado mucho, especialmente como audiolibro. Creo que se presta mucho a este formato y Marta Bassols lo hace muy bien.

“Dicen los síntomas”, también de esta autora, está pendiente en mi estantería y creo que no tardará mucho en caer en mis manos. Y vosotros… ¿Habéis leído a Bárbara Blasco?

La literatura inversa es tan necesaria como coger aire y aguantar la respiración durante unos minutos. Después de soltar inhalas con más fuerza, con ganas de que el mejor oxígeno lo inunde todo ¿Apnea literaria? Probablemente.
Es un bonito concepto y también una sensación, la que te dejan las historias que no quieres que se acaben pero deseas terminar y puedo asegurar que “La memoria del alambre” es eso, un 10 con sabor a 20 desde la trama bien doblada (como ese alambre que no se endereza) hasta la delicia de su escritura, algo que ya comprobé en “Dicen los síntomas“ y que me hace muy feliz constatar en esta novela anterior de Bárbara Blasco, un talento gigante que creo necesario reivindicar. #lamemoriadelalambre #barbarablasco #novelon #delomejorqueleien2022 #musthave #fandeposter

Nuestra protagonista, una cantante de verbena veraniega, desilusionada con la vida y su futuro, recibe un mail de la madre de su entonces, amiga del instituto. La pregunta que le hace es ¿Sabes qué llevaba Carla ese día en los bolsillos? Teniendo en cuenta que Carla , seguirá viva en su memoria y en su presente, nuestra narradora hace un viaje al pasado, para entender qué pasó ese día y qué cambió desde entonces.

Es un libro muy emotivo. Nos enseña que los que nos quedamos, al final somos los que sufrimos y los que se van, siempre quedan eternos en nuestro corazón, ajenos al paso del tiempo.

La autora escribe muy bien. Además de jugar con la memoria y los sentimientos, juega con la música , nombra canciones conocidas por todos nosotros, y se te acaban pegando a medida que vas leyendo. Eso me ha gustado mucho, a pesar que no soy fan de ciertas canciones. Pero es que la música de los pueblos es lo que tiene. XD

¿Quieres saber qué llevaba Carla en los bolsillos? ¿Te gustan las historias en las que se renueve el pasado? Entonces tienes que leer este libro. @jubiladolector lo leyó hace poco y también lo disfrutó mucho. 👍

“Alguien me explicó una vez que el alambre posee memoria, que una vez que se ha doblado, por más que trates de enderezarlo, por más que intentes devolverlo a su posición original, siempre tenderá a combarse, a adoptar la maleada forma”.

El libro cuenta la vida de dos chicas adolescentes en los años ochenta.
La historia se centra en un email que recibe la protagonista, de la madre de su mejor amiga, para preguntarle que llevaba Carla en el bolsillo el día que murió, 25 años después.

Esto le trae un viaje a todos sus recuerdos de adolescencia desenfrenada, de drogas, sexo y música.

Tiene muchas referencias musicales, y eso me ha encantado. Se podría crear una lista de canciones con esta novela.