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Francisco López Martín (Traductor)
ISBN : 8415277474
576 páginas
Editorial: Acantilado (23/11/2011)
Resumen:
"En el pasado, músicos como Mozart eran poco más que servidores de la corte; hoy en día son estrellas multimillonarias con más poder que los políticos. Si Mozart fue expulsado de la corte del arzobispo de Salzburgo, para decirlo con sus palabras, «con un puntapié en el culo», menos de cien años más tarde el dirigente más poderoso de Europa, el emperador Guillermo I, rindió homenaje a Wagner viajando a Bayreuth para asistir al estreno de su Anillo. Hoy Bono va por el... >Voir plus
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Críticas, Reseñas y Opiniones (1) Añadir una crítica
WSinclair
 11 August 2021
La editorial Acantilado nos ofrece El triunfo de la música, un interesantísimo ensayo sobre la historia social de la música desde 1700 hasta la actualidad. Tim Blanning, profesor de Historia Moderna de Europa en Cambridge, realiza un profundo y ameno recorrido por cinco dimensiones en las que la música ha evolucionado socialmente: 1) la categoría social de los compositores e intérpretes; 2) el propósito y sentido de la música; 3) los lugares y espacios en los que la música ha sido representada; 4) la tecnología que ha permitido la difusión y la interpretación con nuevos instrumentos; y 5) el papel de la música en procesos colectivos como los nacionalismos, los movimientos populares o la liberación social.
Estas cinco dimensiones son tratadas por Tim Blanning con multitud de anécdotas, datos y citas que refuerzan su discurso, acrecientan la curiosidad del lector y, sobre todo, ejemplifican la tesis del autor: el paulatino triunfo de la música sobre las demás artes y su preeminencia en la cultura actual. A continuación resumiré brevemente las cinco dimensiones que se despliegan en el libro.

1 La categoría social del músico
En esta primera parte del ensayo se señala cómo el músico, como otros artistas en la Antigüedad, era considerado no más que un sirviente, siempre a merced de los más poderosos y, además, apenas tenido en cuenta como personalidad de cultura. Poco a poco, esto cambiará: por ejemplo, si bien Haydn era un sirviente del celoso príncipe Esterházy, la figura de Händel, quien murió rico y laureado, supuso la liberación del músico de la servidumbre anterior.
Personalidades posteriores, como Mozart o Beethoven, gozaron del beneplácito del público y la arrogancia de una clase de artista que ya comenzaba a despuntar sobre el resto, en especial Beethoven, a quien su naturaleza huraña y apartada no le impedía exigir condiciones dignas —y bien generosas— a aquellos que lo “empleaban”. Beethoven contribuyó a la consideración del músico como “héroe carismático”, papel que Rossini, Paganini y Liszt supieron explotar, contribuyendo a un culto a la personalidad del que Wagner sería el máximo exponente.
Desde entonces, los músicos en la actualidad son muy cotizados, tanto por el público como por los políticos y los medios de comunicación, y su aura de éxito implica, en parte, un cierto halo de “divinidad”.

2 El propósito de la música
En un primer momento, la música estaba condicionada por los nobles y cortesanos que la sufragaban, de forma que la tarea de los músicos era expresar dicho poder con sus obras. La presencia de la música en el Versalles de Luis XIV es representativa: el monarca contaba con multitud de músicos que lo acompañaban en su despertar, en sus cacerías, en sus celebraciones… En parte por ocio del soberano y en parte como expresión de la pompa real, la música era el ambiente natural de la Corte. Asimismo, la ópera consistía en la reafirmación de las categorías sociales.
Además de la relación con el poder, la música en el siglo XVIII también expresaba los dones divinos y el culto a Dios, como el caso de El Mesías de Händel, o como pone de manifiesto la firma con que Bach solía rematar sus composiciones: Soli Deo gloria, es decir, “solo gloria a Dios”.
No obstante, la aparición de los primeros conciertos (tradicionalmente se fecha el primer concierto en 1672, en Inglaterra) desligados del culto religioso y de la corte, y fundamentalmente motivados por el ánimo de lucro —mediante el sencillo acto de vender entradas—, favorece la paulatina secularización de la música. Poco a poco, la música deja de buscar la expresión del poder y de la espiritualidad para buscar la mera estética, la belleza de las formas musicales como tales. Ya en el siglo XIX, este fenómeno toma cuerpo en el movimiento romántico, que buscará la expresión de la interioridad del compositor. Beethoven será el gran exponente de esta ruptura con las reglas y afán de subjetividad absoluta, y será Wagner quien lleve estos impulsos hasta sus últimas consecuencias con su puesta en escena en Bayreuth.
En el siglo XX, con el jazz y con el rock¸ los propósitos de la música buscarán la expresión del mundo interior del artista y, a su vez, pondrán de manifiesto el mundo cultural y social del que surge su creatividad.

3 Los lugares y los espacios de interpretación
La tercera parte del libro trata sobre los escenarios donde el público ha disfrutado la música desde antiguo. Se parte de las iglesias, donde la música contaba con un esencial componente religioso, y de los teatros de ópera, a las que en un principio solo accedían las clases privilegiadas. A su vez, mientras estas últimas solían tener músicos a su disposición (muchas veces “en nómina”) para alimentar los conciertos privados en sus palacios, las clases populares disfrutaban de la música en las tabernas.
Con el advenimiento de los conciertos públicos a finales del siglo XVII y, fundamentalmente, durante el siglo XVIII, la música se desligó de las iglesias y los palacios para ser representada en auditorios y salas de conciertos especialmente habilitadas para tales fines. Es interesante notar cómo durante el siglo XIX las concepciones musicales variaban según el lugar a que nos refiramos: mientras que en Bayreuth se buscaba la “oscuridad de la sala”, de forma que durante la representación no se diferenciaran las clases sociales y únicamente el escenario adquiriera protagonismo, la Ópera de París buscaba lo contrario a través de su configuración arquitectónica, es decir, la estratificación social y el “desfile cortesano” por sus ampulosas escalinatas.
Ya en el siglo XX, y hasta la actualidad, los espacios musicales se democratizan hasta el punto de que cualquiera puede acceder a un concierto, además de la ubicuidad de la música no ya solo en las representaciones en vivo, sino en el cine y la televisión, así como, recientemente, los videojuegos.

4 Tecnología musical
Este capítulo parte de 1700, año en que se inventara el pianoforte, el cual supuso todo un hito para la democratización de la música; en el siglo XIX apenas había familia acaudalada que no tuviera uno en casa, y es ilustrativa la queja de varias personalidades del momento sobre este asunto. Nuevas mejoras en los instrumentos, como la adición de válvulas y llaves, así como la invención de algunos nuevos, como el saxofón, jalonan el período.
Sin embargo, la mayor revolución se dio con la grabación de música. El gramófono supuso una nueva edad de oro para la industria musical, pues permitía la reproducción de obras con calidad aceptable en el propio hogar. Pronto, todas las familias acomodadas disponían de este ingenio.
La radio, primero; y la televisión, después, fueron el golpe de gracia que asentó la presencia musical en todos los hogares. Además, artilugios como las jukeboxes (gramolas) favorecieron el papel social de la música y acrecentaron el choque cultural entre una generación ‘clásica' y otra ‘moderna, rebelde y juvenil'.

5 Liberación
El último capítulo del libro se dedica a la música como parte fundamental de los movimientos nacionalistas (quizá el más célebre ejemplo sea el de la Marsellesa). Todo gran movimiento social ha tenido una música que manifiesta el sentir colectivo y lo dota de unidad, que exacerba el orgullo nacional y, a la vez, peca de prejuicio ante los países vecinos. Inglaterra (Rule Britannia), Francia (Ça ira, La Marsellesa), Italia, Alemania, Bohemia (Má vlast) o Rusia, todos han sido atravesados por la música en sus respectivos procesos sociopolíticos.
Además, ya en el siglo XX, la música ha sido la vía de expresión de colectividades: el blues ayudó a unificar la conciencia de la raza negra en Norteamérica, y el jazz favoreció su integración con los blancos. Además, el rock y el pop fueron, a su modo, un modo de expresar la liberación sexual.

En resumen, El triunfo de la música es un libro muy bien documentado y escrito de forma amena y atrapante, centrado fundamentalmente en la historia moderna de Europa y Norteamérica.
Te gustará si buscas comprender un poco más la historia cultural de nuestro mundo, y, especialmente, verla a través de la melodía con la que la música ha acompañado nuestros pasos hasta hoy.
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