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Cuando leí la sinopsis breve, concisa y enigmática de El niño en la nieve supe que quería salir de la zona de confort con esta novela. La historia está dividida en capítulos que se pasan volando: frases cortas, párrafos cortos, diálogos sencillos que van directos al grano sin grandes florituras. Todo ello contribuye a una vorágine de la que el lector no va a poder salir fácilmente, os lo aseguro. Además, no es una narración del todo lineal, sino que se entrecalan las diferentes historias: la de la investigación y la de algunos de los personajes, por lo que justo en el momento en el que crees que van a descubrir algo te dejan con las ganas y te cuentan qué está pasando en otro sitio. Y entonces, justo cuando crees que va a pasar algo, te dejan de nuevo con las ganas. Por esto pasas las páginas con ansiedad, queriendo saber más todo el maldito tiempo. Los personajes están perfectamente construidos, son unos personajes bien definidos, con sus razones para actuar como lo hacen, con un pasado en el que estoy segura de que el autor ha profundizado mucho para llegar al personaje que está en el presente porque va dejando detalles de unos y de otros que te hacen ver con claridad los motivos y ambiciones que tienen. Aun así, no todo iba a ser perfecto. El único punto un poco negativo que le he encontrado a la novela ha sido el final. Me ha parecido un poco flojo y precipitado, sin que esto signifique que haya cambiado mi opinión del resto de la novela, por supuesto. Me esperaba un final menos abrupto, no sé, es como que una vez que sabemos quién es el asesino todo empieza a correr tan deprisa que de pronto la novela ha terminado y ni siquiera te has dado cuenta. de todos modos, no dejaría de recomendarla por ello. Es una novela muy bien construida, con un estilo ágil que te mantiene en tensión a cada página que pasas. Un gran descubrimiento, este autor. |
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