El niño en la nieve

La primera imagen con la que se nos presenta la novela es impactante: un niño aparece en mitad de la noche, aterido de frío, en una carretera solitaria, con una cornamenta de corzo atada sobre su cabeza. Así comienza la novela y ese es solo el aperitivo de lo que nos espera al ir leyendo la historia.

Catorce años después, una mujer es brutalmente asesinada en un lago. Los investigadores Holger Munch y Mia Krüger deberán dejar atrás sus problemas personales para ponerse al frente de un caso que parece no tener ni pies ni cabeza. Comienzan a perpetrarse una serie de homicidios sin relación aparente entre ellos, las víctimas parecen haber sido elegidas al azar, pues no hay ningún nexo de unión entre ellas.

Mientras, el asesino va dejando una serie de señales, como un juego, un puzle en el que hay que ir encajando las piezas. Esto permite al lector ir de la mano de los investigadores descubriendo, a la par que lo hacen ellos, las pistas que les ayudarán a resolver el misterio. Y cuando creemos que comenzamos a desenredar la madeja, un giro argumental nos hace cambiar la mirada y nos encontramos con la necesidad de buscar nuevos enfoques.
La complejidad psicológica de los personajes está muy bien trabajada, tanto de los protagonistas como de los personajes secundarios, todos tienen una razón, una mochila a la espalda para actuar de una manera determinada y eso logra que el lector participe de una manera muy activa en la historia, tanto en la investigación que se lleva a cabo, como en las filias y fobias hacia los personajes.

El ritmo narrativo es el adecuado para mantener en vilo al lector y que sienta la necesidad de saber más. En resumen, una novela que todos aquellos a los que les gusta el thriller y la novela negra deben leer.