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Crítica de Inquilinas_Netherfield


Inquilinas_Netherfield
03 April 2019
Vamos a decir la palabra sin darle muchas vueltas porque aunque se intuye por la sinopsis (yo al menos lo intuí nada más leerla), parece que da reparos ponerla por escrito: el diagnóstico que recibe la protagonista es cáncer. de mama, para ser más exactos. Y yo entiendo esos reparos, porque somos muchos los lectores que huimos de los libros que se adentran por esos terrenos. Yo pertenezco a ese grupo de lectores. Supongo que cada cual tendrá sus razones; en mi caso, porque ya he sufrido mi buena ración del cangrejo en mi familia. Ración suficiente para varias vidas. No tengo ninguna necesidad (ni ganas) de abrir un libro y encontrármelo también ahí. ¿Y qué hago trayendo este libro entonces? Pues no lo sé, instinto, intuición, llamadlo como queráis. A pesar de que veía claramente el cáncer detrás de esa sinopsis vaga en cuanto a la enfermedad, la historia me llamaba. Me llamaba mucho. Y suelo fiarme de mi instinto, porque no suele fallarme. Y os lo digo desde ya: he devorado el libro.

Lea es una mujer de 49 años que vive todo con demasiada intensidad: su trabajo, su matrimonio, sus hijos... le devora un ansia, una preocupación constante, que sabe que ha heradado de su madre, pero convive con ella porque en realidad es el motor de su vida, lo que le hace levantarse cada mañana. Es escritora, también actúa en teatros como monologuista, y esa necesidad obsesiva de hacer mil cosas y todas bien es la que le ha conducido por cada camino de su vida. Su matrimonio con Shlomo es, cuando menos, complicado. Está locamente enamorada de él, pero Shlomo tiene una personalidad en las Antípodas de la suya, son como agua y aceite: él es frío como un témpano, y a ella le duele el alma con cada desplante. Tal y como se dice nada más comenzar el libro, juntos no están bien, pero tampoco pueden separarse. Un día le diagnostican cáncer de mama; la vida sigue y al tiempo todo cambia. Lea ya no la mira a la cara de la misma manera.

La historia está narrada en primera persona por Lea y la intención de la autora es muy clara: nos sumerge de lleno en lo que piensa, lo que siente, lo que le duele, lo que le hace reír... esos pensamientos recurrentes que lo anegan todo cuando la enfermedad se adueña primero de tu cuerpo y después de tu cabeza. Comienza a preguntarse por qué ella, que se cuida, que no bebe, que no fuma, que come sano. Decide no decírselo a nadie fuera de su marido y sus hijos; no tiene ganas de dar explicaciones. Entonces comienza la quimio, la primera de varias sesiones, y las consecuencias físicas de lo que le meten en el cuerpo. Y luego vienen los días entre quimio y quimio, los claros y los oscuros, los pocos días de paz entre muchos días de mierda. Y sus hijos, que siguen haciendo su vida como adolescentes que son. O su marido, que se merecería un párrafo aparte para él solito por samugo, arisco y borde. Y Luca, compañero en su primer día de quimioterapia que camina por el mismo sendero aterrador que ella con un aire fresco que Lea hacía mucho tiempo que no respiraba.

El ritmo que imprime Daria Bignardi a la historia resulta casi sorprendente tratándose del tema del que se trata, pero lo cierto es que las páginas vuelan entre las manos. Yo no pude leerlo del tirón porque mi ritmo diario me impide sentarme tres o cuatro horas seguidas a leer, pero de haberlas tenido, lo hubiese leído de una sentada (de hecho lo leí en dos ratos). Y esto lo consigue ya no solo por la fantástica voz narradora de Lea, sino por ese poso de expectación, incluso de determinación barnizada de esperanza, que se entremezcla durante toda la narración con los vaivenes naturales de una persona que no se encuentra bien pero que no da un paso atrás en ningún momento. Y no, no penséis que esta es la historia de una heroína que todo lo puede y bladibladibla... Sí, hay optimismo, pero del realista, de ese que no parece caído del cielo como en otros libros... de ese que todos hemos visto en personas de verdad con problemas de verdad y que surge del mismo instinto de supervivencia.

Y es que si algo se hace Lea es cercana, con problemas cercanos y reconocibles y una forma de enfrentarse a ellos cercana y plausible. Mientras la vida de Lea queda patas arriba por la enfermedad y día tras día, en presente, nos cuenta cada paso que da en ella (o a pesar de ella), nos confiesa cómo conoció a Shlomo, lo dura que se le hace la vida con él y lo imposible que se le hace sin él (en este punto he disentido bastante con ella), cómo fue su infancia con una madre devorada por la ansiedad y la hipocondría (una ansiedad que ella también lleva en vena y que guía cada uno de sus pasos), su ambición como escritora y monologuista y cómo no se le ha puesto jamás nada por delante en su profesión (esa determinación de la que hablaba antes y que cuando no puede trabajar, deriva hacia su enfermedad), la excitación que supone el interés de Luca cuando ella se mira al espejo, no se reconoce y solo ve a una mujer calva con un pecho de silicona y una cara demacrada (que nadie piense que esta historia va por derroteros románticos convencionales, porque no lo hace. No me hubiese gustado tanto de seguir esos derroteros), su deseo casi primitivo de naturaleza y aire limpio y puro cuando la quimio golpea fuerte; las reflexiones y sentimientos que resultan inevitables en una situación como la suya y que jamás caen en lo melodramático ni en la búsqueda de la piedad del lector...

Sé que quienes seáis reacios (como yo) a este tipo de temáticas vais a decir que no os apetece leer un libro como este, que da igual lo bien que lo ponga porque lo vais a dejar pasar... y creedme, os entiendo porque yo suelo estar ahí, en ese bando. Pero creedme también cuando os digo que os estaríais perdiendo una novela estupenda, una voz narrativa con un carácter y una personalidad auténticos e imperfectos, y una narración ágil y resuelta que hace que casi devores el libro. Y sobre todo me ha gustado que Daria Bignardi no cae en lo fácil, no busca la lágrima del lector, no intenta siquiera que se le pasen por la cabeza la pena o la compasión... Esto es lo que hay, y dibuja a una mujer, que podría ser cualquiera, levantándose cada mañana y tirando hacia delante con lo que ese día tenga más a mano, que no es poco.

Muy recomendable, y jamás creí que diría algo así de un libro con una premisa como esta.
Enlace: https://inquilinasnetherfiel..
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