Un Jardin En Brujas

Hay algo mágico, al menos así lo creo yo, en deambular por la biblioteca a la espera de que algún título, alguna cubierta, me llame la atención y decida aproximarme, leer la sinopsis, decidir abrirlo y leer las primeras líneas. Así es como he descubierto esta pequeña joya. Una historia de enorme ternura, escrita con elegancia y brevedad. Una historia autobiográfica, donde el autor (Charles Bertin) rinde homenaje a su abuela, una mujer, a todas luces, excepcional.
El adulto no deja de asombrarse cuando la memoria le juega malas pasadas y apenas tiene recuerdos de ciertas cosas. Sin embargo otros detalles parecen estar sellados a fuego porque la sensación que tiene el lector es que a través de su narración, vuelve a la infancia, se emociona, divierte, enfada y sufre con la misma intensidad.
Como muchos niños, en el pasado y en el futuro, Charles Bertin pasa los veranos con su abuela en una encantadora casita de un barrio de Brujas. A su memoria acude la idea de que su abuela era todo un portento, tan vital como él, con unas ganas inmensas de vivir y disfrutar (a pesar de su reciente viudedad) como una niña. Con ella descubre el interés por la lectura, la pasión por saber, el valor de la recompensa por lo bien hecho en forma de berlingot (un dulce típico), las meriendas en la playa, la aventura sin más.
Como unos enamorados, llega a decir Thérèse-Augustine, la abuela, a su nieto, cuando cenan una noche en la terraza a la luz de las velas. Tal era la afinidad que les unía. Es tan hermosa una relación así, y eso es lo que transmite el escritor: belleza.

Cuando su abuela se queda viuda, Charles será el encargado de hacerle compañía, durante las vacaciones de veranos. Esto se convertirá en una tradición que nieto y abuela repetirán año tras año. Ahora el nieto, ya anciano, recuerda esos días que vivieron juntos.

Un libro en el que el autor evoca su propia nostalgia por aquellos días de la infancia, y la añoranza que siente por su abuela, ahora que el ha alcanzado una edad próxima a la que ella tenia por aquel entonces. Una narración que nos hace cómplices de las confidencias y las aventuras que ambos vivieron. Además, a muchos nos hará recordar nuestra propia infancia junto a nuestros abuelos y abuelas. En mi caso tengo la suerte de haber vivido con ellos desde muy pequeñita y mi abuela sigue siendo para mi como una segunda madre, por lo que esta lectura me ha resultado muy emotiva.

La abuela de esta historia, Therese-Agustine vivió una infancia en la que a las mujeres no se las mandaba a la escuela o se las sacaba de ella para trabajar en faenas que les eran destinadas a las mujeres. Ahora aprovecha los veranos con su nieto para aprender de sus deberes escolares y descubre así el placer por la lectura, convirtiéndose en la compañera de las aventuras literarias de su nieto. Pero estas no serán las únicas aventuras que vivirán juntos, también habrá aventuras en el jardín, en la playa y en la ciudad de Brujas. Ciudad que, por cierto, ahora tengo muchas ganas de visitar.

Por todo esto, libro recomendadísimo, uno de esos libros ideales para leer en verano (aunque también ideal para cualquier otro momento). Una historia para sentir y disfrutar.
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Esta lectura me ha transportado a mi infancia y a la casa familiar de mis abuelos, a ese tiempo que parece que no tiene límites o fronteras de ninguna clase, a esos espacios de convivencia entre niños y abuelos, en los que una trata de entender las claves de una vida tan lejana, desentrañar una historia desconocida y recelada y anhela vivir envuelta siempre en esa maraña de atenciones cálidas que tienen sabores, olores, rutinas, objetos y lugares muy fuertemente asociados. Esa herencia tan particular a la que nos seguimos sintiendo fuertemente vinculados es un verdadero tesoro, y el autor la expone de un modo verdaderamente simple y tierno.
Este bello homenaje, escrito de forma tan poética y evocadora, ha multiplicado mis sensaciones y ha activado numerosos recuerdos. Me siento infinitamente agradecida por haber revisitado esos rincones de mi memoria.
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